Bruce Dickinson – More Balls to Picasso

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Bruce Dickinson – More Balls to Picasso

5.6/10

25 de Julio de 2025

BMG Records

En 1994, cuando Bruce Dickinson publicó Balls to Picasso, muchos lo vimos como un intento de escapar de la sombra mastodóntica de Iron Maiden… pero el resultado fue un álbum desorientado, con decisiones de producción cuestionables y un repertorio que parecía no saber si apuntar al hard rock americano o al heavy metal británico. Era, en resumen, un disco que dividió a los fans y dejó una herida en la discografía solista del vocalista.

Tres décadas después, Dickinson vuelve al campo de batalla con More Balls to Picasso (2025), y esta vez no se trata de un simple lavado de cara. Es un ajuste de cuentas, un “esto era lo que debía sonar en aquel entonces” lanzado con la seguridad de quien ya no tiene nada que demostrar.

Una producción que por fin respira

El mayor pecado del original fue su sonido embarrado. Guitarras que parecían diluidas, baterías que sonaban enlatadas y un bajo inexistente. En esta nueva versión, la producción es contundente: riffs más gruesos, batería con pegada real y una mezcla que por fin deja espacio a la voz de Bruce.

Eso sí, el resultado también revela lo endeble de algunas composiciones: no basta con darle brillo al acero si la forja fue irregular desde el principio.

Dickinson frente a su propio fantasma

El trabajo vocal es impecable, nadie lo duda. Dickinson logra que «Tears of the Dragon» brille con un dramatismo renovado, y canciones como «Cyclops» o «Gods of War» se benefician de la crudeza de su timbre actual.

Pero también hay que decirlo: ni la mejor mezcla del mundo puede salvar a «Shoot All the Clowns» de su esquizofrenia estilística. Ese experimento sigue sonando fuera de lugar, aunque con un groove menos ridículo que en 1994.

Por otro lado, las dos versiones en vivo de estudio son interesantes para el coleccionista, pero no aportan demasiado más allá de mostrar que, con la crudeza de una sala de ensayo, estas canciones suenan más honestas que en la versión original.

More Balls to Picasso es, por tanto, una victoria parcial. Dickinson logra darle dignidad a un disco que siempre fue visto como el “patito feo” de su carrera solista. Pero la producción no puede ocultar que el material de base es irregular, con altibajos demasiado evidentes. Lo que antes era un álbum fallido ahora es, al menos, un documento rescatable, con momentos brillantes y otros que siguen arrastrando el lastre de 1994.

En definitiva: una reivindicación sonora, sí. ¿Un clásico resucitado? Ni de lejos.

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