Avatar – Don’t Go In The Forest

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Avatar – Don’t Go In The Forest

Black Waltz AB 

8.5/10

En el universo del metal moderno hay bandas que se conforman con mantener la llama, y otras que deciden prender fuego al bosque entero. Avatar, con su nuevo trabajo Don’t Go In The Forest (2025), opta claramente por lo segundo. Desde su Suecia natal, los comandados por Johannes Eckerström han construido una carrera que combina teatralidad, técnica y provocación, pero este disco es mucho más que otro paso en su evolución: es una inmersión total en la oscuridad, una ópera metálica que desafía tanto las estructuras sonoras como las emocionales.

El álbum —décimo de estudio— llega tras un periodo de madurez creativa. Después del éxito de Dance Devil Dance (2023), Avatar se enfrentaba a una disyuntiva: repetir fórmula o reinventarse. Eligieron lo más arriesgado. Don’t Go In The Forest no es un álbum de confort; es un descenso simbólico a un bosque donde conviven lo humano, lo mecánico y lo monstruoso. Como si Tim Burton dirigiera una jam session entre Faith No More, Devin Townsend y King Diamond.

El concepto central —la advertencia de no entrar al bosque— se despliega como una alegoría de la curiosidad peligrosa: lo desconocido atrae, pero el precio puede ser alto. Y esa tensión se traduce en música. Los riffs se arrastran como raíces metálicas, la voz de Johannes alterna entre predicador y demente, y la producción, a cargo del propio grupo junto al ingeniero Jay Ruston, equilibra crudeza y precisión quirúrgica.

Anatomía del rugido

Desde el primer corte, “Tonight We Must Be Warriors”, Avatar deja claro que este viaje no será lineal. Es un himno combativo, con un groove que muerde y coros diseñados para incendiar festivales. Pero detrás de su tono heroico hay un subtexto más sombrío: la necesidad de luchar contra uno mismo.

“In the Airwaves” introduce un paisaje sonoro casi cinematográfico, con capas de sintetizadores y una batería que respira a través del tempo. Es metal moderno con alma progresiva. “Captain Goat”, por su parte, es una rareza deliciosamente absurda: una sátira disfrazada de fábula psicótica que recuerda el espíritu burlón de System of a Down, pero con un toque cabaretero muy Avatar.

El tema central, “Don’t Go In The Forest”, actúa como vértice emocional. Aquí la banda combina sus dos almas: la melódica y la violenta. La producción juega con las dinámicas —los susurros se transforman en rugidos— mientras Eckerström interpreta más que canta. Es un tema que sintetiza la tesis del álbum: el miedo como motor creativo.

La segunda mitad intensifica la oscuridad. “Death and Glitz” es un ejercicio de equilibrio entre el exceso y la elegancia, un retrato de la decadencia moderna en clave industrial. “Abduction Song” introduce percusiones tribales que desembocan en un clímax coral, mientras “Howling at the Waves” abraza un aire épico, casi cinematográfico, que recuerda a los mejores momentos de Black Waltz (2012).

El corazón que arde

Donde Don’t Go In The Forest trasciende es en su tramo final. “Dead and Gone and Back Again” es el respiro necesario, una semi-balada que demuestra que Avatar no teme a la vulnerabilidad. Las guitarras de Jonas Jarlsby y Tim Öhrström dialogan con elegancia, construyendo una atmósfera densa pero cálida, mientras el bajo de Henrik Sandelin sostiene el peso emocional del tema.

En “Take This Heart and Burn It” la banda retoma el pulso de su faceta más experimental: percusiones en reversa, voces filtradas y un final orquestal que eleva el dramatismo al máximo. Y cuando llega “Magic Lantern”, la última pieza, Avatar firma uno de los mejores cierres de su carrera. Una canción que condensa la metáfora del bosque: después de atravesar la oscuridad, la luz no te salva, te transforma. Escuchando este tema no pude no pensar de como sonaría Black Sabbath si fueran de la generación Z, porque creo que sonarían así.

Técnicamente, el álbum es impecable. La mezcla resalta cada textura sin saturar el conjunto; los coros, grabados con capas múltiples, aportan grandiosidad sin restar agresividad. En cuanto a composición, Avatar logra lo que pocas bandas en su décimo disco: sonar frescos sin traicionarse.

Entre la locura y la genialidad

Escuchar Don’t Go In The Forest es entrar en una obra donde cada detalle parece pensado para descolocar. El grupo juega con las convenciones del metal contemporáneo y las reinterpreta desde su propio lenguaje: teatral, impredecible y emocionalmente honesto.

Si Hail the Apocalypse fue el disco que los puso en el mapa y Hunter Gatherer consolidó su poder técnico, este nuevo capítulo los eleva al terreno del arte total. Es el equilibrio perfecto entre espectáculo y sustancia.

Desde un punto de vista personal, lo más fascinante es que Avatar ya no necesitan demostrar nada, y sin embargo lo hacen. Se nota una libertad creativa que solo alcanzan las bandas que han sobrevivido a su propio personaje. Este disco no busca gustar: busca trascender.

En tiempos donde el metal parece fragmentarse entre nostalgia y fórmulas seguras, Avatar propone una tercera vía: el riesgo controlado, la teatralidad con propósito. Y ahí reside su grandeza.

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