La Fuga – Justo después del silencio

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La Fuga – Justo después del silencio

 LaFugaRecords / Altafonte

8.3/10

Han pasado más de dos décadas desde que La Fuga empezó a ponerle voz y acordes a la nostalgia, al desamor y a esa forma tan suya —tan nuestra— de mirar la vida con una mezcla de cicatriz y esperanza. Como fan que los ha acompañado desde A Golpes de Rock y Negociando gasolina, enfrentarse a Justo después del silencio (2025) no es solo escuchar un nuevo disco: es reencontrarse con una parte de una misma que creía dormida, pero que despierta con cada riff reconocible y cada verso honesto.

El álbum abre con “A ratos”, una declaración de intenciones que parece escrita para quienes crecimos con sus canciones y aún buscamos sentido entre las heridas del tiempo. La voz de Xavi (cada vez más sólida dentro de la banda) transmite una melancolía que no suena a derrota, sino a madurez. Justo después del silencio suena a banda que ha sobrevivido a sus propias tormentas, y que ahora canta desde la calma después del naufragio.

Entre blues, memoria y cicatrices

Temas como “Demasiado tarde” o “Flores de mentira” evocan ese equilibrio entre crudeza y ternura que siempre ha caracterizado a La Fuga. Hay guitarras que lloran y baterías que respiran, como si el grupo supiera que la emoción no necesita velocidad, sino verdad. “Este blues” es una de esas joyas en las que el grupo se atreve a dejar que el sentimiento pese más que la estructura.

Pero también hay fuego. “Horas infinitas” y “Cuántos años” recuperan el pulso rockero de los primeros años, recordando que el alma de La Fuga sigue siendo la carretera, las noches eternas y la poesía escrita en servilletas. “Por echarte de menos” cierra el álbum como una confesión íntima, casi susurrada, donde el desamor se convierte en arte, no en drama.

El eco de una banda que sigue latiendo

Justo después del silencio no busca reinventar la fórmula, una fórmula que les funciona desde hace años y que solo perfeccionan con cada trabajo. No hay artificios ni pretensiones, solo canciones que suenan a hogar, a bares con humo y promesas, a todas las vidas que han pasado mientras La Fuga seguía tocando. Es un disco hecho con el corazón y para el corazón, y eso, en tiempos de algoritmos y modas efímeras, es casi un acto de resistencia.

Como fan de toda la vida, escucharlo ha sido como volver a casa: distinta, quizá más cansada, pero con la misma emoción de cuando el rock era sinónimo de verdad. Porque si algo demuestra este álbum, es que La Fuga no solo ha sobrevivido al silencio… lo ha convertido en música.

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