CRÓNICA: KEEP IT TRUE RISING – Día 2 – Noviembre 2021

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KEEP IT TRUE RISING

WÜRZBURG – 19 y 20 de noviembre 2021

POSTHALLE

Una vez pasadas unas necesarias horas de sueño (aunque menos de las que nos habrían gustado) y superados los nuevos tests de antígeno, afrontábamos la segunda jornada de esta edición especial del festival Keep It True (KIT). El cansancio todavía resonaba en nuestras piernas, pero allí nos plantamos casi a primera hora para volver a superar los correspondientes controles sanitarios y, antes de dirigirnos a la pista para presenciar las actuaciones, arruinarnos un poquito más en las zonas de merchadising. La primera actuación la realizó bien pronto (a eso de las 12 del mediodía) la banda alemana de black/thrash metal Sphinx, de la cual puedo decir bien poco pues no les pude prestar su debida atención.

La primera actuación que me parecía interesante era la que iban a realizar los suizos Megaton Sword. Esta joven banda de heavy metal épico publicó el año pasado un disco de bastante buen nivel llamado Blood hails steel – Steel hails fire, de modo que esperábamos que sus batalleras canciones ganaran en directo. Desafortunadamente, esto no ocurrió a vista de mis ojos. La banda todavía tiene un amplísimo margen de mejora sobre el que madurar en directo y ganar tablas sobre el escenario. Creo que todavía le pueden sacar muchísimo más partido a canciones como Songs of victory, Crimson river o Wastrels, a pesar de que el público respondiese bien a ellas. Por otro lado, la voz de Uzzy Unchained pasó prácticamente desapercibida tras el sonido de los instrumentos, al menos desde la posición en la que los vimos.

Wheel, banda alemana de doom metal que ha sacado ya tres discos, fue la siguiente en actuar. Su nuevo álbum Preserved in time se ha convertido en uno de los lanzamientos más destacados del género este año, de modo que se palpaba en el ambiente una considerable expectación. A pesar de que no soy un especial seguidor de la banda, lograron convencerme sobradamente. Fue una actuación realmente sólida, seria y con muy pocas flaquezas. Me impresionó especialmente el trabajo a las seis cuerdas de Benjamin Homberger, enorme tanto en la faceta estrictamente musical como en cuanto a actitud sobre el escenario. También destacó la actuación del cantante Arkadius Kurek, tirando de un aspecto sombrío al ir cubierto con capucha y realizando movimientos teatrales para acompañar sus propias letras. Su repertorio se concentró principalmente en su nuevo disco, entre las cuales destacaron At night they came upon us, She left in silence y Hero of the weak, y también cayeron algunas de sus anteriores publicaciones como Icarus.

Llegó entonces el turno de la que era mi banda más esperada de todo el KIT y que, paradójicamente, era la agrupación que menos encajaba en lo que se suele esperar de este festival. El AOR jamás ha sido el género más concurrido en el KIT, pero a vistas del descomunal disco que Nestor han publicado sobraban los motivos para incluirlos en un festival old school. Los suecos han debutado con Kids in a ghost town, un álbum reclamado a ser uno de los lanzamientos de AOR más destacados de los últimos años, y nos esperaba verlos pasar la gran prueba de fuego que supone tocar fuera de su país natal por vez primera. Antes de empezar, ya los pudimos ver realizando las últimas pruebas de sonido ataviados con unos extraños trajes, como si salieran de trabajar del mecánico. Las pintas que usan les han valido más de una polémica, pero en lo que respecta a mi opinión, una vez una banda hace buena música se gana el derecho a vestirse como les salga de las narices. Y si quieren añadir su toque humorístico, pues adelante.

La realidad es que a Nestor les salió un concierto prácticamente redondo. Tocaron un repertorio muy corto de tan solo 35 minutos, pero que les bastó para ponerse el público en el bolsillo y demostrar que la misma calidad que muestran en estudio la pueden trasladar al directo. Convirtieron el KIT en una auténtica fiesta abriendo con On the run y prosiguiendo con Kids in a ghost town. La interpretación tanto instrumental como vocal fue impecable, algo que se hizo especialmente palpable durante el espectacular momento de Stone cold eyes. El teclado de Martin Johansson sonó a las mil maravillas, Jonny Wemmenstedt realizó una enorme exhibición a las seis cuerdas y Tobias Gustavsson lideró la banda sin desentonar en ningún momento. El pico de su actuación vocal llegó de la mano de la balada Tomorrow, que en el disco es un dueto con la recordada cantante/modelo Samantha Fox. En su lugar, Marta Gabriel (Crystal Viper) salió al escenario para poner voz a las partes de Samantha, resultando así en una preciosa actuación. Sin embargo, el momentazo del concierto llegó con 1989, una canción que los asistentes se sabían de pe a pa y que está destinada a ser el gran emblema del grupo. Con altísimas dosis de clase musical y mostrando actitud y energía sobre las tablas, a Nestor les bastó con poco más de media hora para realizar una de las mejores actuaciones del festival.

Nos estuvimos muy atentos a la actuación de los belgas Killer, pues lo que nos esperaba a partir de entonces iba a ser un no parar. Primero, recibíamos con los brazos abiertos a una de las bandas de mayor fiabilidad dentro del panorama undergound. Armados con la omnipresente clase británica y llegados desde la NWOBHM, Praying Mantis saltaron a escena para ofrecernos una degustación de su ya dilatada carrera, la cual sería imposible de abarcar ampliamente en tan solo una hora. Comandados por los incombustibles hermanos Tino y Chris Troy, guitarrista y bajista originales respectivamente, cuajaron una actuación incontestable ante un público entregado. Abriendo la lata con sus clásicos Praying Mantis y Panic in the streets nos transmitieron la sensación de que iban a convertir su actuación en una lección interpretativa y en una verdadera fiesta.

El repertorio se decantó más hacia su etapa de los 90, más melódica que sus inicios en la NWOBHM, pero esto no supuso ningún inconveniente: gozamos de lo lindo con el espectacular momento de Dream on, con Time slipping away y Turn the tables, e incluso con la presentación de su nuevo single Cry for the nation. Es tanta la calidad que atesoran estos músicos que nada podría salir mal, ni tan siquiera teniendo que llevar un batería de repuesto por la lesión de Hans in’t Zandt. John Cuijpers se salió con su impresionante actuación vocal, acompañada a la perfección por los estremecedores coros que realizan el resto de músicos. El punto más álgido del concierto llegó de la mano de una de las canciones más emblemáticas que nos dejó la NWOBHM, Children of the earth, que hizo gritar y corear al público en uno de los momentos más mágicos y memorables de esta edición del KIT, aunque la final Captured city tampoco se quedó muy atrás. Praying Mantis demostraron nuevamente ser un seguro de vida de cara a este tipo de festivales, son una banda de tanta clase y elegancia que raramente se podría esperar menos de ellos. Para quitarse el sombrero.

Atlantean Kodex se han convertido en todo un fenómeno en Alemania. Empezando desde abajo, poco a poco se han ido abriendo camino hasta llegar a ser una banda destacada dentro de la escena underground, a base de mucho trabajo. A pesar de que su doom metal épico no está hecho para el gusto de cualquiera, sería inaudito renegar de su calidad musical, de las grandes atmósferas que recrean y del trabajo que hay detrás de sus elaboradas letras. En el KIT, por supuesto, iban a jugar en casa y fui advertido de ello previamente: verlos allí es una experiencia única. Y así fue. Llega a durar el concierto 5 o 10 minutos más y se nos cae el Posthalle encima. El público llevó en volandas al grupo, coreando cada frase de sus complejísimas letras, las cuales sorprendentemente se saben de memoria desde el primer día. Una verdadera locura que me cuesta imaginar que ocurra en nuestras tierras, por desgracia.

A pesar de que, como he sugerido, Atlantean Kodex podrían haber salido sin vocalista y el público se hubiese encargado de poner voz, Markus Becker estuvo inconmensurable ejerciendo de maestro de ceremonias ante la rugiente multitud y presentando un estado de voz impecable. Por otro lado, tuvimos ocasión de ver cómo se desenvolvía la nueva guitarrista Coralie Baier, quien instrumentalmente se mostró muy bien integrada a pesar de que se la viese ligeramente cohibida. Algo que viene a ser normal cuando en uno de tus primeros conciertos te encuentras con semejante legión de fans delante tuyo, regodeándose en la épica de canciones como Lion of Caldea, Heresiarch o la celebradísima Sol invictus. Pueden gustarte más o menos (a mí por ejemplo me cuesta a veces escucharme un disco entero suyo del tirón), pero lo que hicieron en el KIT merece, como mínimo, una reverencia de mi parte. No en vano, en festivales de este tipo, cada vez se les ve más y más cerca de la parte alta del cartel. Se lo ganan a pulso.

Alcanzando ya la recta final de esta edición, nos disponíamos a recibir otra gran institución procedente de la NWOBHM, otra de las más elegantes bandas que surgieron de este movimiento: los incombustibles Demon. Comandados por Dave Hill, cantante y único miembro original restante con 74 años, los ingleses acumulan una dilatada carrera que comprende hasta 13 discos y toda una evolución musical. Los que los habíamos visto anteriormente por España ya conocíamos la fiabilidad de sus directos, de modo que teníamos unas elevadas expectativas y mucha excitación de cara a su concierto. Dave saltó al escenario esta vez vistiendo un llamativo abrigo de cuero rojo, mucho más decorado que cuando los vi actuar en Barcelona, pero tampoco llegando a presentarse maquillado como suele hacer de vez en cuando. Tal y como pasó con Praying Mantis, tuvieron que introducir músicos de sustitución para los puestos de bajista y guitarrista, y debo decir que el nuevo chico de las seis cuerdas me convenció muchísimo más que el guitarra principal en su día.

Entraron arrasándolo todo a su paso con Sign of a madman, llevando al público a una sobredosis de jolgorio que se vio inmediatamente cortada por Wonderland, una canción mucho más rara de verles tocar. Los ánimos fueron remontando con The plague y The spell, especialmente esta última que significó otro momento memorable, pero a partir de allí el repertorio empezó a irse de madre. El mismo Dave insistió en que iban a repasar partes de su discografía menos exploradas en directo, que para esto tienen tantos discos en su haber. Algo que es totalmente lícito y que me parece bien que hagan, aunque en un festival como el KIT uno espera que repasen más específicamente sus clásicos Night of the demon y The unexpected guest. Entre unas cuantas rarezas destacaron especialmente Blackheath y la majestuosa Life on the wire, pero la cabra siempre tira para el monte: lo que de verdad despertó al público fueron las imprescindibles Don’t break the circle y el bis con Night of the demon, las cuales desataron una auténtica fiesta. Fue un concierto ciertamente extraño por lo variopinto del repertorio, pero la calidad y la convicción con la que defienden todo lo que tocan son dignas de admiración.

Como gran plato final aguardaba la banda más grande, o más mainstream, que ha llegado a tocar en el KIT en sus más de 20 ediciones. Blind Guardian se presentaban como los grandes cabezas de cartel del festival y venían con un repertorio especial old school. Es decir, que todo el mundo se esperaba una gran presencia de canciones pertenecientes a Battalions of fear y Follow the blind en el repertorio. Nada más lejos de la cruda realidad. Las caras de retortijones y de manifiesta incomodidad que llegué a ver a mi alrededor cuando empezaron con The ninth wave, canción de 2015, eran candidatas a meme. Sí, en este momento todos nos temimos lo peor: que Blind Guardian se pasasen por el forro la condición old school del repertorio. La cosa, sin embargo, terminó quedando en “tierra de nadie”: los germanos acabaron soltándonos el mismo setlist que llevan tocando hace meses, cuya mayoría de canciones rondan entre Tales from the twilight world y Nightfall in Middle-Earth (es decir, más “vieja escuela” que los repertorios promedio de Blind Guardian, pero relegando nuevamente sus dos primeros discos casi al olvido, pues tan solo tocaron un tema de cada). La verdad es que tal decisión me parece una oportunidad perdida para todos. Primero, para los fans por no poder disfrutar ni por esas de los clásicos más enterrados del grupo alemán, y para los mismos músicos por tener la oportunidad de tocarlos por una sola vez y pasar de hacerlo.

Sin embargo, al césar lo que es del césar. La actuación de Blind Guardian en sí, fuera con el repertorio que fuera, fue más que correcta. Tal y como había sucedido con Atlantean Kodex, jugaban en casa y tenían a la gran mayoría del público de su lado, de forma que los asistentes gozaron de lo lindo con Welcome to dying, Lord of the rings o la celebradísima Majesty, mientras un servidor observaba desde la parte trasera de la sala la bacanal que se generaba en las primeras filas. Me dio la sensación de que el público se quejaba del repertorio (en más de una ocasión el público coreaba “Guardian, guardian, guardian of the blind!” a gritos con la esperanza de que la tocaran, y ni así lo lograron), pero que por otro lado tampoco se podían resistir a lo que el quinteto les estaba proponiendo. La verdad es que es un grupo que atesora una calidad increíble y que musicalmente no se le pudo poner un “pero” a su actuación. El momento más conmovedor del concierto, y quizás del festival en general, ocurrió durante The bard’s song, en la cual Hansi Kürsch se apartó del micrófono y dejó cantar al público. No había quien no se supiese la letra y la cantase a todo pulmón. Finalmente, pusieron el último remache con Valhalla y Mirror mirror, dejándonos esa extraña sensación agridulce de que cuajaron una buena actuación, pero no la que nos esperábamos. Y no, tampoco apareció la versión de Don’t break the circle de Demon, sobre la que todo el mundo especulaba con una posible colaboración en vivo.

Si bien esta última actuación terminó dando para ríos de tinta, en líneas generales nadie se podrá quejar del cómputo global de esta edición especial del KIT. Montada con muy poco tiempo de antelación, con solo bandas europeas, pero con el mismo espíritu y el mismo carisma que han hecho que este festival tenga la consideración que tiene actualmente entre los seguidores del heavy metal tradicional y las bandas underground. No se le podía pedir más. En mi opinión personal, Candlemass realizó la mejor actuación de todas, y le seguirían como otros grandes hitos los conciertos de Atlantean Kodex, Praying Mantis y Nestor. Alemania volvió a endurecer severamente las restricciones apenas un día después de que el evento terminase, lo cual añade todavía más valor a lo que pudimos vivir. Esperemos que este próximo mes de abril, por fin, se pueda celebrar la edición que lleva aplazada desde 2020, y que ahora mismo cuenta con 3 días de festival.

Crónica y fotos: Marc Paradell

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