BLUE ÖYSTER CULT – THE SYMBOL REMAINS
FRONTIERS RECORDS
8,7/10
Casi dos décadas han pasado desde que Blue Öyster Cult (BÖC) publicaron su último disco de larga duración. Fue en 2001, bajo el título de Curse of the hidden mirror, y tras el pobre éxito obtenido llegaron a asegurar que no volverían a grabar nuevo material de estudio. Como suele suceder, la hemeroteca es muy mala, y donde dije digo digo Diego… Pero tratándose de una banda de semejante nivel compositivo y que tanta influencia ha ejercido en posteriores grandes bandas de rock de todos tipos, se trata de una enorme noticia.
Nadie puede esperar a estas alturas una obra maestra del nivel de Agents of fortune o Fire of unknown origin, pero este nuevo The symbol remains no deja de merecer la pena. Son más de 50 años tocando a máximo nivel, por lo tanto toda nota musical que salga de sus instrumentos es algo interesante y digno de analizar. El álbum se extiende hasta superar la hora de duración y llega a las 14 canciones, bastante más de lo que suele durar un disco convencional, pero BÖC logran mantener la atención del oyente en todo momento gracias a su versatilidad y variedad compositiva, la cual se traduce en canciones de cualquier corte imaginable, de modo que ahuyentan cualquier tipo de monotonía o repetitividad.
Con dureza y contundencia arranca el disco con That was me, cuya producción moderna me impacta de buenas a primeras, sobre todo por la manera como afecta a los riffs principales, pero una vez superados los primeros instantes reconozco a BÖC: bien pronto nos muestran sus excentricidades, sus cambios de ritmo y de tonalidad y sus pequeños toques psicodélicos, haciéndose el sonido completamente suyo. Box in my head sustituye la potencia por la fluidez tanto en los riffs de guitarra como en la voz esta vez de Buck Dharma (los diferentes músicos se alternan a las voces principales a lo largo de todo el disco), a la vez que abre paso a los coros protagonizados por el resto de integrantes y deja paso a sutilezas instrumentales plenamente reconocibles.
Tainted blood abre con una delicada melodía de guitarra, seguida por una magnífica performance vocal de Richie Castellano y un estribillo que culmina una canción suave con regusto a balada. Cerrando el tema, Buck Dharma se marca su primer gran solo del disco. Ahora así, reconocemos plenamente a BÖC con todas las de la ley en Nightmare epiphany, la cual incluye todos los elementos marca de la casa del grupo y se remonta directamente a su época dorada de los 70. Los míticos coros siguen erizando la piel, Buck Dharma lleva en volandas la canción con su depuradísima técnica a las seis cuerdas y entran en juego múltiples matices procedentes del blues.
Edge of the world se adentra en una interesante y cambiante atmósfera, recuperando los riffs duros y combinándolos con la clase de los suaves coros, mientras que The machine se pasa a unos compases musicales sacados directamente del más animado rock de los 70 (algunos de sus riffs y ritmos me recuerdan vagamente a AC/DC, a la vez que implementan su sello distintivo). Train true (Lennie’s song) es la gran sorpresa del disco al incluir fragmentos musicales acelerados y frenéticos que recuerdan la música ska y el punk, algo raro de ver en una banda de la clase y sobriedad de BÖC.
Cambiando completamente y dejando las sorpresas de lado, el elegante rock n’ roll de The return of St. Cecilia regresa a lo que BÖC saben hacer y a lo que sus fans esperan de ellos. Volvemos a los contundentes riffs de guitarra de la mano de la oscura y densa Stand and fight, en la cual toma especial protagonismo el bajo de Danny Miranda, y seguidamente pasamos a Florida man, otra canción 100% old school, cuyas melodías, sutil ambientación y especial modulación de los instrumentos me recuerdan mucho a grandes éxitos de su carrera como Don’t fear the reaper.
Llegamos entonces a la gran obra maestra del nuevo álbum. La canción que más se recordará de él con diferencia. The alchemist encarna pura brujería musical, es oscura, es atractiva, es inquietante… Ni hablemos del arrollador solo de guitarra con el que despegan Buck Dharma y Richie Castellano a mitad de canción… Proseguimos con la sumamente sobria y relajada Secret road, en la que Buck Dharma se adueña nuevamente tanto de las guitarras como de la voz dejando su propio sello de identidad.
Encaramos ya el final del álbum con la agresividad de There’s a crime y la actuación vocal de Eric Bloom, el cual como siempre aporta la potencia y el desparpajo en BÖC. El álbum termina muriendo con Fight, otro tema comandado por Buck Dharma que rebosa categoría por los cuatro costados. Sorprenden los originales riffs y el timbre de guitarra que utilizan, así como los tímidos matices psicodélicos, llevando en volandas al oyente hacia una atmósfera etérea y placentera a los oídos.
Poco se espera uno un regreso tan digno y de tan alto nivel como el que ha protagonizado la ostra azul en este The symbol remains. Han dispuesto de muchos años para que surgieran grandes ideas y junto con la inmensa calidad que atesoran estos músicos legendarios han logrado cuajar un sorprendente retorno a los estudios. Me quedo principalmente con la habilidad que han tenido a la hora de combinar unos fragmentos musicales al más puro estilo de la vieja escuela con otras composiciones de sonido moderno (agudizadas por la producción moderna), sin que este cóctel chirriase especialmente. En definitiva, un álbum que merece la pena pararse a escucharlo detenidamente.
Marc Paradell