THE 69 EYES – WEST END
NUCLEAR BLAST
6.75 / 10
Se cumplen 30 años desde que los vampiros de Helsinki comenzaron su andadura en esto de la música, tres décadas en las que se han mantenido fieles no sólo a una formación que no ha cambiado nunca, sino a una forma de entender la música y cultivar un estilo único, propio y lleno de personalidad.
A lo largo de todo este tiempo han cautivado a medio mundo con su Goth’n’Roll o su Gothic A.O.R, una música que mezcla la melancolía y el terror gótico con el aire festivo más sleaze del rock, algo que al principio pareció una apuesta arriesgada pero que el tiempo les confirmó que fue una buena idea.
En este tiempo han parido unos hits memorables con la capacidad de adherirse a tu cerebro y permanecer ahí a lo largo de lustros («Dead n’ Gone», «Feel Berlin», «Lost Boys», «Never Say Day» y un largo etcétera), sin embargo, estos últimos años parecían haber perdido esa capacidad. Han seguido en la brecha, sacando discos dignos y haciéndonos disfrutar con un directo impecable, sin embargo esa creatividad de los inicios parecía haberse convertido en pragmatismo compositivo, rendían pero no entusiasmaban.
¿Donde su ubica en este West End? Diría que está más próximo a este buen hacer sobrio de los últimos años, no hay temas de relleno pero cuesta encontrar ese corte brutal que te impacta desde las primeras notas, hay intentos notables como «Two Horns Up» (con la participación de Dani Filth) y sobre todo el punkarra «The Last House On The Left» (de nuevo con Filth, Duke of Spook de Wednesday 13 y Calico Cooper de Beastö Blancö), pero siguen sin tener el colorido de las canciones que quedaron incrustadas en nuestro cortex años atrás.
Por lo demás, es un disco muy marca de la casa, la voz de Jyrki sigue siendo única, rebosante de carisma, y sus temas caminan siempre sombríamente entre lo festivo y lo cadencioso, creando una música que después de los ya mencionados 30 años, sigue teniendo su vigencia y personalidad.
Y eso hay que reconocérselo, la música de 69 Eyes es única, basta escuchar unas pocas notas para identificar su ADN, eso es realmente meritorio y merece que sigamos escuchándoles otras décadas más.
No nos vuelve loco, pero tampoco nos disgusta. Correcto y meritorio.
Juan José Díez