AC/DC
MADRID – 12 JULIO 2025
ESTADIO METROPOLITANO
Uno no puede evitar pensar, mientras disfruta de los conciertos de los ídolos de su infancia, que más pronto que tarde estas bandas darán un paso al lado para dejar paso a una nueva generación. Por eso, cada actuación de grupos como Black Sabbath, Iron Maiden, Judas Priest o AC/DC es mucho más que un simple concierto: es la celebración de su vida y obra, un homenaje a quienes han marcado a varias generaciones. Sólo eventos así consiguen que decenas de miles de personas desempolven sus viejas camisetas negras para un nuevo asalto… que, quién sabe, podría ser el último.
Y no es que AC/DC muestren ningún símbolo de declive, sus directos siguen caracterizados por ese derroche enérgico tan marca de la casa, y los pasados problemas de salud de Brian Johnson ya son únicamente un recuerdo del pasado. 50.000 personas abarrotaron el estadio metropolitano teñido de rojo y negro e iluminado por miles de cuernos de luces que se vendían en las inmediaciones, y que desde los primeros acordes se dejaron llevar por una corriente imparable de celebración roquera.
Eso es lo mejor de un concierto de AC/DC: sus fans llevan en volandas a una banda que no flojea en ningún momento. Con un repertorio repleto de himnos coreados a pleno pulmón («If you want blood, you’ve got it», «Back in black», «Demon Fire», «Show Down In Flames», «Thunderstrack»), Angus Young sigue siendo esa lagartija eléctrica, desbordante de actitud y energía, mientras Brian Johnson cumple con su inconfundible garganta rasgada. El resto de la banda, siempre en su discreto segundo plano, mantiene el muro de sonido sin fisuras. El único que no se unió a la fiesta fue, como viene siendo habitual, el deficiente sonido del Metropolitano, cuyo festival de ecos y rebotes (sobre todo en las gradas altas) empañó una noche que podría haber sido redonda.
«Highway yo hell» Madrid pic.twitter.com/5sIhJFU47I
— Max Metal (@maxmetal) July 13, 2025
Angus Young, ataviado con su mítico traje colegial rojo y gorra amarilla, sigue siendo ese moderno flautista de Hamelin capaz de pastorear multitudes con sus dos acordes, es el auténtico protagonista del show de AC/DC, y a sus 70 años mantiene una vitalidad totalmente contagiosa. Así fueron encadenándose «Have a Drink on me», «Hells Bells» -con la aparición de la mítica campana-, «Shot in the dark», «Stiff Upper Lip», un apoteósico «Highway to hell» (posiblemente el más ruidoso de la noche), «Shot to Thrill» o «Sin City» donde Angus se quitó la corbata para acabar tocando con ella la guitarra.
Un show de AC/DC es una simbiosis total entre público y banda, hay un acuerdo tácito donde la banda ofrece a su público justo lo que demanda, hay poco espacio para la sorpresa y la innovación, esto es puro rock and roll y lo sabes, y así fueron cayendo, con algún descanso entre ellos más largo de lo necesario, «Dog eat dog», «Dirty Deeds Donde Dirt Cheap», «High Voltage», «Riff Raff», un bombástico «You Shook Me All Night Long», «Whola Lotta Rose» que desmbocaron en el apotéosico fina de «Let There Be Rock» donde Angus alargó su habitual solo más allá de lo razonable, pero que pareció extasiar a una audiencia totalmente enfervorezida ante el habitual despliegue de trucos, púlpito elevable, su icónico duckwalk y demás. Está claro que la fecha de caducidad de la banda vendrá más por la salud de Brian que por un Angus al que le sobra energía para tocar tres horas más.
Para los bises, y como guinda final, «T.N.T» y «For Those About to Rock». AC/DC siguen siendo el pefecto paradigma de banda de estadio. No creo que nadie se fuera decepcionado.
Juan José Díez