DINASTY – Inmortalidad

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DINASTY – INMORTALIDAD

AUTOEDITADO

1.5 / 10

Black, power, death, glam… si hay algo en lo que se distingue el metal, es en la enorme cantidad de subgéneros, sub-subgéneros y pastiches de nombres obscuros que existen. Mucha gente tiene, de hecho, la necesidad de asignar uno o varias de estas etiquetas a todos los grupos, porque parece que está en juego el equilibrio de nuestra alma en ello.

Pues bien, Dinasty ha conseguido lo que muy pocos grupos consiguen; esto es, fundar un nuevo subgénero de metal. Cuando escuché el disco por primera vez, y llegué al estribillo de “Inmortalidad”, su primera canción, mis pupilas se dilataron, me aumentó la presión sanguínea, y el corazón empezó a botar en mi pecho. Esto era algo diferente, algo nuevo, algo nunca visto en el metal. Ese teclado que parece un organillo, esa cutrez general, ese falsete en las canciones… Dinasty había inventado el “CAMELA METAL”.

¡Larga vida a Dinasty! ¡Loor al Camela Metal!

Lo dicho, mi primera reacción al irme escuchando el disco de Dinasty fue la risa tonta, seguida de cierta culpabilidad. “Serán unos criajos que acaban de empezar”, pensé. Pero al ver las fotos del libreto se puede ver que son unos tíos ya bragaos, por lo que concesiones, ni una. Así que, al trapo:

Las canciones de Inmortalidad son trozos mal pegados e inconexos. Los riffs y los punteos se suceden sin demasiada gracia, y los cambios de ritmo porque sí, sin tener tampoco mucho valor musical, están a la orden del día. La sensación que da es que a la hora de componer canciones han ido añadiendo trozos hasta llegar a los 4-5 min y para casa que hoy refresca.

Las guitarras son muy olvidables, así como el bajo (cuando se escucha, esto es). La batería quizá un poco mejor, pero esto no evita que suene sorda en más de una ocasión.

Pero lo peor con diferencia, el cantante principal. No desentona aparentemente, pero se nota que le cuesta llegar, que hace esfuerzos visibles por cantar la canción como ésta se ideó originalmente. Le cuesta, y tú lo notas. Es una voz que queda forzada, que raspa, que no se disfruta escuchando.  Es una voz que parece que en lugar de ser la del cantante es la de un tío que está encima de una tarima en un karaoke cantando la canción de otro grupo. Y va un poco bebido. Y ese día se ha levantado ligeramente ronco.

Aparte, juraría que hay un par de veces que entra un poco a destiempo, pero esto requeriría tener que escuchármelo atentamente una vez más para poder corroborarlo, y creo que mi salud mental vale más que eso.

Por decir alguna cosa buena, destacan dentro de la mediocridad un par de baladas hasta que entra la voz.

En conclusión, un disco muy olvidable y que no puedo recomendar en modo alguno. Quizá si los chicos de Dinasty se esfuerzan, podrían llegar a sacar un buen trabajo. Pero este aún no es ese trabajo.

Y para despedirme, os dejo con la estrofa del día, obra de estos genios de la lírica:

Desde que te marchaste/Me busqué una nueva novia/No es guapa o divertida/Pero tiene una guadaña.

Con dos cojones.

Àlvaro Castells

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