Mägo de Oz – Malicia, la noche de las brujas
Warner Music
7/10
Ya son casi cuarenta años del proyecto más fascinante, polémico, resiliente y evolutivo de todo nuestro metal patrio. Un proyecto que sigue con ánimo y creatividad suficiente como para aguantar el ritmo de editar un disco por año y hacer oídos sordos a todo el hate que tan de moda está en la era del internet. Malicia, La Noche de las Brujas, es el nuevo disco de Mägo de Oz que asienta la nueva formación tras el tan comentado Alicia en el Metalverso.
Cuando los singles que se lanzaron previamente a la salida del LP me sonaron excesivamente azucarados o festivos (entendible por otro lado por temas comerciales), mi expectativa se estancó en un páramo. Cuando ví que el tema contaría con 17 temas, volvió a despertar en mí esa intriga.
El nuevo disco de la bruja, viene con sorpresa dentro y es mucho más heavy de lo que pensábamos. Me ha pasado en otras ocasiones, y me ha vuelto a ocurrir con este LP, que ha visto la luz el 31 de octubre. Estamos ante un plástico con muchos matices, con sus luces y sus sombras, pero creo que en términos generales, muy interesante.
Mägo de Oz tiene la habilidad de ser un catalizador natural que impacta, provoca y perturba a partes iguales, en función del background de cada oyente. Para los más puretas del lugar, seguro que es una obra a la que le sacarán poca chicha, pero a la que tampoco le podrán negar sus méritos: pasajes instrumentales como el central del tema “Malicia” no tienen desperdicio alguno. A los nostálgicos recordará a “Jesús de Chamberí”, o “Satania” en clarísimo homenaje a tan irrepetible época. De repente vuelve a cambiar, con Xana cogiendo las riendas vocales del carruaje para construir una atmósfera completamente distinta, alejada eones del lugar en el que nos hallábamos. Y vuelta a empezar. Este primer corte es una obra maestra, donde cada músico brilla con luz propia y tiene ocasión de demostrar su virtuosismo en solos con sus instrumentos. Quizá sea por mi etapa personal o que la historia no me cala tanto como aquellos Gaia, no alcanza el nivel de las históricas grandes composiciones de Mägo, con temas de más de diez minutos, pero se acerca.
Desde luego, que todos los músicos se hayan implicado en la composición, se nota y otorga una heterogeneidad a los 80 minutos de múscia. Sin dejar de lado el sonido más puro del grupo, la suma, en este caso, multiplica y crea registros completamente evolucionados y novedosos.
He de reconocer que, de inicio, el packaging y el artwork en general me atrajeron, por suponer una vuelta a los orígenes y dejar de lado la línea artística del último disco, que en lo personal no me gustó. La temática del CD va mejorando con el paso de los temas arropado por las líneas musicales.
El tema “Ríos de lágrimas” es un pepinazo, con estribillo digno de single. No es de los más heavies, pero tiene algo especial. Los teclados de Antonelli, otro de los puntos fuertes tanto en este tema como en el resto de composiciones. Es de recibo mencionar además que esta canción habla sobre la desgracia sufrida en la Comunidad Valenciana hace un año, con aquella maldita DANA, demostrando una vez más que Mägo de Oz siempre se acuerda de los suyos cuando hace falta. Otros, como siempre, dirán que es oportunismo. Debate servido.
“No me dejes solo” comienza con una sección de vientos que nos retrotrae a la época de los Gaia, pero rápidamente la cosa se pone más seria y guitarrera. Corte de sonido 100 % Mägo de Oz con algo más de rabia de lo habitual. Otro gran tema, con buen estribillo y letra de las de disfrutar. Gustará a los incondicionales y a los que no buscan puro heavy metal en un disco de los madrileños.
“El último rezo” sigue una línea similar, con Xana cantando mano a mano con Rafa. La evolución de la vocalista es innegable, y cada vez se acopla mejor al sonido de la banda, además de ir adquiriendo un mayor protagonismo, nota a nota. Es probable que en los próximos años la veamos mucho más, como ocurrió en los últimos años de Patri en la banda. Lo que más me gusta, una vez más, es la parte instrumental con sus solos de guitarra, teclados y demás.
“Quiero ser libre” es una de esas canciones que, en un disco de los largos, Mägo siempre suele incluir. A veces un tanto ñoña, a veces disfrazada con guitarras rockerillas, pero con un estribillo facilón y, creo yo, dirigida al público más joven. No debe de ser fácil configurar un álbum conceptual de metal para agradar a jóvenes, mayores y medianos, y por eso los trabajos de la banda madrileña incluyen de vez en cuando este tipo de composiciones. Eso sí, una vez más, sorprenden los pasajes instrumentales, que son sobresalientes. Ix, Salán y De Andrés: trabajo de sobresaliente.
“Mi cuerpo y yo nos dejamos de hablar” me suena inicialmente a Gaia III, con ese sintetizador oscurillo. Comienza con Xana dejándose la garganta, rasgando y tocando agudos con algo más de mesura de lo habitual, y al final resulta que todo el tema es suyo. Otro tema que va al top 3 de cabeza. Y aquí no hay estribillo facilón, ni letras azucaradas, ni demasiada parte melódica. De hecho, no encuentro casi el violín. Doble bombo, guitarras distorsionadas y algo más de velocidad. Aspecto que me encanta.
“La noche celta” sigue la línea de todo el disco, ya con Rafa Blas de vuelta, siendo algo más simplona de lo que me hubiera apetecido. No le encuentro nada destacable, pero es esos temas que funcionan. Marca de la casa.
“Mil ojos tiene la noche” comienza con un solo memorable de Mainer, y según va evolucionando la composición cada vez está más claro que estamos ante una instrumental. Otra sorpresa de las buenas, porque esto es lo que espera un fan de los de toda la vida como yo. Muy buen tema para dar descanso a los cantantes en directo.
De “El vals de las almas rotas” me quedo con lo bien que funcionó en directo en el pasado Diabulus in Opera en Vista Alegre.
“La ruta de los sordos” es la travesura del disco. El videoclip seguro que lo habéis visto ya, con un Txus tirando de autocrítica y humor, algo que siempre es de agradecer. La participación de Juanma Lobón, primer cantante de la banda, representando una especie de reconciliación, me hizo especial ilusión. Y esos teclados bluseros que recuerdan al primer trabajo de la banda, me sacaron una enorme sonrisa.
“Halloween” comienza con batería rápida y teclados muy modernetes, y de nuevo con Xana en las líneas vocales. Este sonido me recuerda a grupos europeos que tan de moda están últimamente. Es decir, un corte dirigido al público más moderno, con un sonido casi completamente renovado y, diría, que hasta la producción no suena como siempre. Si no fuera por el violín, sería casi irreconocible. Una apuesta clara por impactar en otro tipo de público, pero manteniendo los solos de guitarra y teclados marca de la casa, que, por cierto, son los mejores de todo el disco.
“Los fantasmas de la fe” empieza con un riff de guitarra ochentero rollo Scorpions, y de repente revienta y evoluciona en algo mucho más heavy, y baja revoluciones de nuevo cuando entra el violín. Esto es como mezclar a los Scorpions de los 80 con el Mägo de los 2000 y mucho hard rock melódico. Un temazo sin paliativos.
“La tierra de nunca jamás” es otro de esos singles que llevan tiempo en las listas de reproducción de los fans.
El tema final (“Siempre juntos”) es una balada de esas de bajonazo de los buenos. Xana lo clava una vez más y entiendo el contexto en la historia, pero como disco, me hubiera gustado un tema largo y potente, al puro estilo Gaia.
Así que mi veredicto final, por si a alguien le pudiera interesar, es el siguiente: llevo ya unos días escuchando el disco antes de rubricar esta crítica. Por tanto, tengo claro que este disco de Mägo de Oz es complejo, que no entra a la primera (ni falta que hace), y que tiene al menos cinco temas que son soberbios. Otros tres o cuatro son prescindibles, pero eso no es mala media en un LP de quince pistas. Este “Malicia” no es un álbum puro de heavy metal, pero eso ya lo sabíamos. Y, por favor: al que no le hayan gustado los singles, que no se preocupe, porque dentro del trabajo hay muchísimos más alicientes para darle un par de oportunidades. Con muchas ganas de escucharlo en directo.
Por Andrés Aranguren.