La Corte de los Marginados – Finnway
Maldito Records
8 de octubre de 2025
8/10
Finnway ha vuelto, y no precisamente de misa. Con La Corte de los Marginados, su nuevo trabajo, la banda abre las puertas de un salón donde los que nunca fueron invitados toman la palabra. Un álbum que es tanto una pieza musical como una experiencia visual, una especie de cabaré espectral donde el folk, el metal y el teatro se funden bajo una misma vela encendida.
Una portada que invita al pecado (o al brindis)
La portada —obra de una imaginación tan afilada como ebria de simbolismo— nos sumerge en una taberna de otra era: esqueletos elegantemente vestidos, damas con mirada peligrosa, bribones que fuman con gesto de triunfo y una luna que observa, altiva, desde un ventanal gótico.
No hay azar en la composición: los colores cálidos contrastan con un fondo sombrío, como si la decadencia fuera el único lujo posible. Todo parece congelado en una noche eterna donde las risas suenan entre copas vacías y conspiraciones de ultratumba. Es una pintura que no solo adorna el disco, sino que lo define.
El universo visual que acompaña al álbum —desde los teasers hasta el arte promocional— sigue esa línea: teatral, artesanal y deliberadamente excesivo. Finnway no pretende ser discreto; su apuesta estética es tan audaz como su sonido.

Temas que suenan a historia y resistencia
Pero vamos a hablar de lo que hoy nos acontece, música. El disco abre con “Dama de la Fortuna”, un prólogo casi cinematográfico donde el destino y el juego se dan la mano. Luego llega “La Corte de los Marginados”, el corazón conceptual del álbum: un himno para los que viven en los márgenes, los que no caben en la norma ni quieren hacerlo.
“El Bribón de Bobby Brown” aporta un tono burlesco, casi de comedia negra con ese toque tabernero (no se porqué pero me ha recordado a «La triste historia de Jimmy «Tiro en el pie»» de Mägo de Oz) , mientras “El Vagabundo” —ya conocido por los fans— mantiene esa épica melodía folk que caracteriza a la banda.
La presencia de “Dullahan”, guiño a la mitología irlandesa, devuelve al oyente a los terrenos más oscuros del folk, mientras “Finnway is the Fine Way” funciona como un autorretrato sonoro: una declaración de principios en clave de metal festivo.
El tramo final se torna más emocional: “Carta al Más Allá” destila melancolía y espiritualidad, “No hay Rendición” nos presenta un corte completamente diferente, narrado y oscuro, y “Voluntad de Fuego”, junto a Dani Nogués (Lèpoka), levanta el puño con energía de himno, y el cierre con “Believer” —una cover magistral de Imagine Dragons— llega como un golpe de ironía moderna: un puente entre lo comercial y lo pagano, entre lo luminoso y lo áspero.
Sonido y ambientación: entre la épica y la taberna
Si algo caracteriza a Finnway es su habilidad para hacer convivir lo solemne con lo salvaje. En La Corte de los Marginados, los violines no decoran, sino que cuentan; las guitarras no solo rugen, sino que narran. El folk no está puesto como cita exótica, sino como raíz identitaria.
La producción, limpia y expansiva, mucho más de lo que se podía esperar de un álbum debut, lo permite apreciar capas de detalle: percusiones de aire ritual, coros que suenan como si fueran entonados por espectros y pasajes instrumentales que evocan tabernas perdidas en el bosque.
El resultado es un álbum que respira atmósfera. Escucharlo es como entrar en una historia oral: un relato que se canta, se bebe y se recuerda.
La Corte de los Marginados no es solo un título: es una declaración.
Finnway ha construido un refugio sonoro para los que viven en los márgenes, los que encuentran belleza en la ruina y fuerza en la diferencia. Es un disco que celebra lo que la sociedad intenta esconder, y lo hace con una mezcla de teatralidad, folk oscuro y un sentido del humor tan lúcido como irreverente.
En tiempos donde muchos discos suenan a producto, este suena a brindis colectivo. Finnway levanta su copa y nos invita a sentarnos en su corte. La entrada no cuesta dinero, pero exige algo más raro: dejar las máscaras en la puerta.
Los artesanos detrás del caos
El encanto de La Corte de los Marginados no se entendería sin sus intérpretes. Finnway es un grupo donde cada músico parece tener un pie en la mitología y otro en la taberna. La voz principal de Pablo Merchante, rasgada y teatral, guía como un maestro de ceremonias a través del caos melódico. Las guitarras de Sergio Culebras —feroces, pero precisas— alternan entre riffs de acero y pasajes de folk delicado.
El violín, de manos de Sara Ember, siempre protagonista, actúa como hilo conductor entre lo épico y lo íntimo, mientras el bajo Samuel de Jønxel y la batería de David Viana sostienen el pulso con una energía casi ritual, mientras que mientras que Tony CH, multiinstrumentista, aporta color y textura con bouzoukis, mandolinas y guitarras que tensan el ambiente.
Se nota el oficio, pero también el cariño: no hay nada prefabricado aquí. Finnway suena a banda que disfruta lo que toca, que levanta su propio universo a base de sudor, humor y unas cuantas cuerdas tensas. En ese equilibrio entre virtuosismo y desenfado radica buena parte de su encanto —porque, al final, en esta corte de marginados, nadie toca por obligación: todos tocan por pura fe en el ruido.