HELLOWEEN + HAMMERFALL
MADRID – 2 SEPTIEMBRE 2023
WIZINK CENTER
REVOLUTION SHOWS
Muchos habían perdido la fe, pero todo lo bueno tarda en llegar; tras múltiples cancelaciones y polémicas varias, la maldición que parecía envolver esta gira desapareció y por fin Helloween y Hammerfall llegaron a la capital. Lo hicieron de forma algo descafeinada, por un lado tanta cancelación hizo que muchos abandonaran la esperanza y devolvieran entradas, y sobre todo, después de que este verano tocaran en Zamora (Z! LIve Rock Fest) y en Cartagena (Rock Imperium), la expectación y eso que se ha dado en llamar hype cayó a mínimos.
Pese a todo, casi 8000 metaleros desenpolvaron sus viejas camisetas de la calabaza y se embarcaron en un viaje al pasado donde rememorar los mejores tiempos del power metal. Es curioso que un género en decadencia logre emocionar a multitudes, pero Helloween ha sido uno de los grandes, y la sabia reunión de toda la banda ha logrado insuflarle nuevos aires a un grupo que caminaba peligrosamente hacía la irrelevancia.
HAMMERFALL
Los suecos Hammerfall fueron los encargados de abrir la noche. Este es otro caso de una banda que brega contra viento y marea, su estilo heavy ortodoxo tampoco pega mucho con los tiempos actuales, y pese a que con el paso de los años han sofisticado su sonido, sus clásicos de martillo pilón y doble bombo son los que mejor respuesta consiguen del público.
Muchas veces en este tipo de concierto es más importante la sensación de comunión que se logra, que la música, en eso hizo bastante hincapié un Joacim Cans simpático y muy comunicativo, que demostró su valía como cantante pero que además hizo que el respetable se sintiera bien. Mucho agradecimiento a la vez que iban sonando una mezcla de temas clásicos y otros más contemporáneos, con un Oscar Dronjak (todavía me cuesta no extrañarme del color de su pelo) estelar, que sin embargo cedió buena parte de los solos a Pontus Norgren (que pena que The Poodless no llegara a triunfar).
Cierto es que hubo momentos en los que la monotonía acechaba, pero nada mejor que tirar de medleys («Hero’s Return / On The Edge of Honour / Riders of The Storm / Crimson Thunder»), clásicos imperecederos («Let The Hammer Fall») o romper el ritmo y volverse más íntimos («Glory to the brave») para expulsar los nubarrones y mantener al público conectado.
Buen concierto en líneas generales, cuyo final con «(We Make) Sweden Rock» y «Hearts on Fire» dejó al Wizink Center calentito y con ganas de más.
HELLOWEEN
Recuerdo que hace 30 años en época del instituto, los jóvenes metaleros debatíamos cuáles eran las grandes bandas del género, y casi todos llegábamos al consenso que había tres grupos que destacaban sobre el resto cada uno en su estilo, Metallica, Iron Maiden y Helloween.
Hoy, varias décadas después, la preeminencia de las tres sigue vigente, Metallica siguen siendo unos mastodontes, posiblemente la banda de metal más grande de la historia, Iron Maiden un poco por detrás, pero con la fidelidad más firme de una base de seguidores a prueba de bombas, y Helloween, tras la reunión con Kiske y Hansen, han logrado impulsar su marca y retomar las cotas de popularidad que poco a poco fueron perdiendo.
Y es que este tipo de concierto trasciende a la música, es más un viaje al pasado para reconectar con nosotros mismos, a una época alejada de responsabilidades y donde el mundo estaba ahí para que lo conquistáramos. En este sentido es un placer escuchar ciertos acordes y que irremediablemente nuestro bello se erice, así aunque los temas nuevos «Skyfall» y «Mass Pollution» no estén mal, son otros como «Eagle Fly Free» y «Future World» los que logran emocionar, y es que están amarrados titánicamente a nuestro subconsciente…. y ahí, el nuevo Kiske, mutado en buda feliz, logra transmitir buen rollo a medida que su garganta cumple con creces recordándonos esa voz que encandilaba a propios y extraños.
En esto del buen rollo, Hansen, Deris y Grosskopf aportan lo suyo, con constantes guiños entre ellos, no así Weikath que con su hieratismo se muestra un poco ajeno a todo, eso sí, tocando con consabida maestría.
Kiske y Deris se van alternando, y entre ellos es como elegir entre papá y mamá, es difícil, pero el pasado pesa mucho y creo que la mayoría opta por Kiske, aunque la voz de Deris mantiene ese aura de autenticidad sonando única y rebosante de personalidad, ahí («Power» o «Perfect Gentleman») suenan a las mil maravillas… También canta extraordinariamente bien Hansen, aunque no le guste en exceso, y su medley «Metal invaders / Victim of Fate / Gorgar y Ride The Sky» le dejaron lucirse y llevarse el beneplácito de un público que reconoce a Hansen como creador y custodio del alma más pura de Helloween.
Fue un buen concierto, con casi 8000 almas vibrando, pero si este show se hubiera celebrado en su fecha original, es posible que el Wizink Center se hubiera llenado como en la mítica fecha de 2017 con más de 14.000 personas, y este es el único poso de decepción de un concierto que acabó con todo lo alto con temazos inter generacionales como «Keeper of the seven keys» (15 minutazos manteniendo la atención del público, casi nada) o «I Want Out» con los ya míticos balones enfatizando el espíritu festivo de este tipo de eventos.
Notable alto. Personalmente, si no fuera por el recuerdo fresco del concierto de hace tres meses, habría sido épico.
Texto: S.A. Sánchez y Juan José Díez
Fotos: Juan José Díez
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