No soy para nada aficionado a los cómics, pero hay tres que considero obras maestras. Uno es el “Maus” de Art Spiegelman, otro el “Persépolis” de Marjane Satrapi y el otro es el que nos ocupa: “From Hell” de Alan Moore y Eddie Campbell. Moore es considerado el reinventor de la historia gráfica, a la vez que es todo un personaje. Considerado brujo y estudioso de las artes oscuras, con los hándicaps de ser ciego de un ojo y sordo de una oreja. El trabajo que realizó en esta obra es titánico pues para llevarlo a cabo no sólo se leyó toda la cantidad ingente de bibliografía sobre los crímenes de Whitechapel, sino que también añade centenares de citas bibliográficas sobre masonería, arquitectura y urbanismo londinense.
Esta obra volvió a encauzar la opinión de que Jack el Destripador fue Sir Willian Withey Gull, el médico real de la Reina Victoria. Años más tarde la célebre escritora Patricia Cornwell utilizó la tecnología del momento para incriminar al pintor Walter Sickert, aquí también implicado. El viaje alucinante, con fastforwards incluidos, va desde la infancia de Gull hasta su muerte, aprovechando Moore para que aparezcan en sus páginas las grandes personalidades de finales del siglo XIX. Y siempre que se habla de Jack el Destripador, parecen estar conectadas y encajar como un guante en la historia. El hombre Elefante, Alesteir Crowley, Buffalo Bill o William Blake pasearán por las páginas y volverán a aparecer en un final antológico. Sólo echo en falta más presencia de Sir Arthur Conan Doyle, ferviente seguidor del ocultismo y la ouijay creador de Sherlock Holmes. Hay un libro relativamente reciente que le atribuye a él los crímenes de Jack el Destripador.
El inmenso capítulo en el que e Doctor Gull y su cochero Netley pasean por las calles de Whitechapel y se le explica al lacayo el yugo sometido a la mujer desde tiempos inmemoriales es tan maravilloso como cruel, con miles de referencias a la construcción masónica desde tiempos pretéritos. Aquí Moore saca a relucir todos sus estudios ocultistas a la vez que juega magistralmente con la simbología. El devenir de la historia es cruda, a más no poder, no escatimando en sexo explícito ni en el horror de las calles de los bajos fondos, tampoco en los crímenes del destripador. Pero la narración de la historia es inmejorable, yendo desde el trazo más simple hasta la perfección arquitectónica más exquisita. Todo ello a blanco y negro.
Una obra antológica que merece la pena leer para indagar en el monstruo sin rostro que todavía es pesadilla por el horror causado en el otoño de 1888. Con él empezó el Siglo XX… Hay incluso referencias al tratamiento que le dio la prensa al caso, los múltiples errores de Scotland Yard y el ambiente de las calles. El epílogo es sencillamente sublime analizando la historia de todos los riperólogos hasta el día de su edición. Fascinante y antológico, y una forma inmejorable de llegar a acercarse también a un personaje como Moore. Recordemos que de este libro se hizo una película (nefasta) y que el autor es el mismo creador de “V de Vendetta”, “Watchmen” o “La liga de los hombres extraordinarios”.
