Con motivo del lanzamiento del nuevo disco de Adventus «Del corazón y otras miserias», nuestros compañeros Andrés Aranguren y Javier Paredes han estado charlando con Manuel Ramil, fundador y compositor de la banda.
Muy buenas a todos, amigos de MaxMetal. Una vez más estamos aquí de celebración, y es que hoy celebramos el disco que trae bajo el brazo este señor que tengo aquí: Manuel Ramil. De mi corazón y otras miserias sale hoy, 28 de noviembre. ¿Cómo estás, Manu?
—Bien, bien, encantado de verte una vez más. Comentábamos antes que ya van unas cuantas. Nada, una alegría verte por aquí otra vez y, pues, con el disco recién salido, empezando a ver un poco de repercusión, comentarios y el feedback de la gente. Es un momento bonito y de nervios.
Y de nervios y de estrés, supongo. Antes que nada, quiero saber cómo estás tú y cómo está la banda. Una vez más tenemos la incorporación de un nuevo miembro, Ramón Lage, al que ya conoce todo el mundo. Entiendo que esto se fraguó a raíz de Delalma o de la gira del 30 aniversario con Avalanch, pero quería indagar un poco más en cómo surgió este nexo y la idea de contar con él en esta cuarta entrega de estudio.
Cuarta de estudio, sí. Bueno, empezando por la primera parte: yo me encuentro bien, con mis limitaciones, mis cuidados y mi medicación, que ya se queda conmigo para toda la vida. Pero me encuentro bien tocando, trabajando en el estudio, pudiendo viajar… eso sí, con ciertos cuidados, limitaciones, orden y mis costumbres. Intento llevar una vida de rutinas, pero contento de estar aquí presentando disco nuevo.En cuanto a la banda, lo de Ramón surgió hace ya unos meses. Soy amigo suyo y nos conocíamos, aunque realmente la relación más personal comenzó a raíz de Delalma. Antes solo nos habíamos saludado una vez, en un concierto de Avalanch al que fui como fan. Alberto me pasó al camerino, los saludé y poco más. Pero a raíz de El Alma hubo una relación mucho más cercana.
Hace unos meses, Diego tenía una propuesta que nos hacía retrasar o cambiar planes, y coincidió que Ramón estaba parado con Delalma. En ese momento aún no existía lo que luego fue la gira con Ramón en Avalanch; simplemente surgió la propuesta de que dos amigos míos, Alberto y Ramón, se tomasen un café, que hacía mucho que no lo hacían. Todo coincidió en el tiempo: que Ramón grabara Otra vida, que se uniera a la gira… Y claro, cuando vi que necesitaba una voz, era la opción más evidente a todos los niveles. Es un amigo y alguien a quien llevo escuchando cantar desde hace muchos años.
Hace poco hablaba con un chaval que está grabando ahora en el estudio y me decía: “No sé las miles de horas que habré pasado escuchando esta voz”. Le enseñé un tema de este disco y me repitió lo mismo. Y es tal cual. Ya nos conocíamos de trabajar juntos en el disco de Delalma, y sinceramente, a los dos nos apetecía. Cuando se dio la ocasión, surgió de manera natural.
Trabajar juntos ha sido una experiencia bonita e intensa, como siempre lo es con Ramón. También dura, en ambos sentidos, porque somos dos personas a las que nos gusta arrimar un poco el ascua a nuestra sardina en todo lo relacionado con arreglos, producción y demás. Los dos tenemos bastante claro lo que queremos. Es verdad que solemos coincidir en la inmensa mayoría de las decisiones, pero él es alguien muy perfeccionista y exigente; no le vale la primera toma ni la segunda, aunque luego la primera termine siendo la que queda en el disco. Es alguien que necesita escucharse mucho, razonar lo que está haciendo, lo que le estás pidiendo. Y la verdad es que creo que es una de las mejores experiencias que te da trabajar en un estudio: poder acceder a trabajar con gente como Ramón, con ese nivel de entrega y esa capacidad de transmitir emociones. No se trata solo de afinar y cantar; en su caso hay algo más debajo, no te está contando solo una letra que le pones delante, hay mucha más profundidad. Y luego, la capacidad técnica que tiene para darte exactamente lo que quieres, y a veces un poco más… la verdad es que es un privilegio.
Precisamente, no sé si la decisión ha sido la más lógica o simplemente la que mejor encajaba en el camino, pero desde luego creo que ha sido la más acertada, porque es un papel que a Ramón le va como anillo al dedo. Yo, al menos, he visto también una evolución de la banda hacia un sonido quizá más íntimo; he notado más magia en las canciones. Veníamos de los dos primeros discos, que quizá eran más power, también por la voz de Víctor, a la que estábamos acostumbrados. Luego con Diego hubo un matiz más melódico, con más dibujos en los temas; esa es la percepción que yo tengo. Y ahora, con Ramón, me he encontrado una contundencia que permite explotar mucho más ese lado hardrockero, esa rabia encima de la mesa. ¿Es ese el orden natural que estás siguiendo en lo que quieres plasmar en los discos?
—Realmente creo que lo has contado exactamente como es, pero no es algo premeditado, obviamente. Yo diría que, como cualquier compositor, al final compones para tu banda y sobre todo para tu cantante. Es así: es quien le va a dar un porcentaje muy grande de personalidad a lo que haces, independientemente de tu propio estilo. A mí las canciones me salen como me salen, probablemente no podrían salir de otra manera. Pero es verdad que cuando compuse los dos primeros discos pensando en Víctor, la banda tenía una identidad más marcada por él, evidentemente. Con Diego entendí que había que ir por otro camino. Y, como te digo, no es algo premeditado: simplemente escuchas las herramientas que tienes e intentas hacer un guante para quien vaya a cantar. En el caso de Ramón, hablamos mucho antes de que yo empezase a…
Hablamos antes de que yo empezase a componer y también mientras estaba componiendo. Él me contaba qué le gustaría cantar, cómo se sentía más cómodo, qué le apetecía y cómo quería mostrarse. Me daba muchas claves que coincidían con lo que yo sentía que quería hacer para él. La manera de cantar de Ramón la tengo muy interiorizada desde hace mucho tiempo, y eso es un punto a favor: conocer al cantante, ser fan de cómo canta, conocer sus giros y su manera de expresarse. Por eso el disco salió así, no porque dijéramos “vamos a hacer un disco más rockero o más metalero”, sino porque te vas dejando llevar, vas buscando un equilibrio y también te guías por el feeling que él te transmite cuando le vas presentando las canciones. No se las presentas todas en una semana; vas componiendo poco a poco. El primer single salió, si no recuerdo mal, a finales de mayo o principios de junio, y hemos pasado el verano grabando, componiendo, arreglando… La evolución es exactamente la que tú has descrito. Para el siguiente disco nos sentaremos y veremos hacia dónde nos lleva, sabiendo cuáles son los puntos fuertes de Ramón, que en realidad es un cantante súper versátil: puede ir del plano más íntimo al más metalero. En este disco hay algunos gritos suyos que nos daban hasta risa: los dos gritando, él diciendo “esto me gusta”, yo respondiendo “a mí también; me llama”, pero preguntándose si había llegado a un punto así en algún disco anterior. Estamos muy contentos con su trabajo.
Está muy bien poder redescubrir a un cantante con tanta trayectoria como Ramón. Vamos a hablar del disco. Voy a leer algunos de los títulos que me han llamado la atención: “En alto”, “Muerta en espiral”, “En lo peor de mi corazón y otras miserias”, “Nada a favor”, “Cuántas lágrimas”… Leo esto y, de primeras, veo mucho pesimismo. Luego hay que desgranar los temas, claro, pero de entrada impacta. Por contra, tenemos otros títulos como “Esencia”, “Inspiración” o “Paz”. ¿Soy yo quien ve que estos temas parecen contrapuntar esa sensación depresiva —o depresión como interpretación—? ¿La clave del disco es jugar con los contrastes?
Bueno, yo creo que eso es algo habitual en mis canciones. Es verdad que hay esa dualidad, pero por ejemplo “Cuántas lágrimas” está formulada como pregunta, así que en realidad… yo creo que, más que tema a tema, si miramos el conjunto del disco hay un trasfondo positivo. Siempre mirando hacia las sombras, hacia la parte negativa y oscura, eso sí, pero al final es un disco que nace de una situación muy concreta: de una enfermedad que se me manifestó unos meses antes. El disco es, de algún modo, la respuesta a eso, la canalización de todo lo que puedes sentir durante meses de incertidumbre real. Porque ahora sí: estoy aquí sentado, estoy haciendo…
Conciertos, estoy grabando… pero hace no mucho ni siquiera se sabía si iba a poder hacerlo. De hecho, hubo bastantes momentos en los que parecía bastante claro que no podría seguir tocando, por ejemplo. Así que sí, fue un bajón importante, pero también hubo un proceso de aceptación. Esto que escuchas en el disco es lo que sale cuando has madurado toda esa montaña rusa: esa luz al final, en este caso. Hay una parte de mirar a lo negativo y a la oscuridad, sí, pero creo que al final el mensaje es positivo. En “Paz”, por ejemplo, la canción que cierra el disco, digo: “Si la muerte se me vuelve a presentar, si la vida se acojona una vez más, jugaremos la partida con las cartas boca arriba y el espíritu en paz”. Es como decir: después de todo esto, ya estás preparado para lo que venga. Creo que el disco va de eso. Ya lo he comentado alguna vez: es como un viaje, el antes, el durante y el después.
Creo que queda reflejado en el propio arte del disco y en el primer videoclip, donde ya se hablaba de esa operación. El electrocardiograma que aparece en portada y contraportada son dos electros reales míos: uno en un momento muy jodido y otro en una situación muy favorable después de la operación. Es un disco muy teñido de lo personal, y es inevitable que todo eso salga.
Esa es precisamente la interpretación que yo también había hecho del álbum: no sólo una historia de superación, sino de aceptación, de lidiar con lo que la vida nos trae y asumirlo con la mejor cara posible. Ahora que mencionas la portada, quería hablar de ese minimalismo. ¿Tiene que ver también con esa parte más íntima y personal?
—Seguramente sí, y me apetecía hacerlo así. Era la manera más personal de reflejar un disco tan íntimo. No solo la portada apunta en esa dirección: es un electrocardiograma; la galleta del CD simboliza un corazón quemado, que es básicamente la operación que me hicieron. Y hay un antes y un después: la portada es el electro “bueno”, el de la contraportada es el previo a la operación. Tampoco tiene por qué ser un viaje lineal ni físico, aunque la parte física está muy presente; puede ser un viaje psicológico o mental para mucha gente. Creo que el disco está llevado a ese plano, incluso en esa onda minimalista de la que hablas, tan personal.
Es, seguramente, ir a contracorriente: el libreto del disco está escrito entero de mi puño y letra; el diseño se basa en eso. Me apetecía hacerlo así; me parecía que este era el disco para hacerlo. Lo comenté con la compañía y también les gustó la idea, sobre todo ahora que estamos en plena corriente de IA y todo eso. Ir justo hacia el lado contrario. Y más allá del tiempo que me llevó escribir a pluma todas las letras y el libreto, fue algo muy bonito.
Es un disco muy bonito, no solo en lo físico sino también en lo auditivo. Enhorabuena por el disco y enhorabuena también por volver a estar con nosotros y haber recuperado un pilar de la música.
Como anécdota diré que te echamos mucho de menos, porque recuerdo un par de conciertos de la gira de Avalanch en los que no podías estar por la baja, y se hacían dos momentos muy bonitos en los que José Pardial y Alberto Rionda te mencionaban. Uno era el momento de “Niño”, donde la pista iba disparada y era como un homenaje a ti. Y el otro, que a mí personalmente me hacía mucha gracia, era que al final del concierto con “Torquemada” gritaban “¡Ramil!”, y no había nadie, pero ponían un foco como si estuvieras. Eso lo siguen haciendo; por suerte ahora ya hay alguien, pero se ha quedado como gesto. Era un detalle muy bonito y una manera de que estuvieses presente de algún modo.
Algún vídeo me llegó de eso, grabado por ellos o por algún seguidor en los conciertos. Especialmente “Niño” para mí es una canción muy significativa; siempre lo ha sido, y fue la primera que toqué con Avalanch en el DVD de Madrid. Cuando estás en tu casa sin saber cuál será tu futuro y te llegan ese tipo de cosas, es muy emocionante. La vuelta fue también súper emocionante, además era con Ramón, y “Niño” con su voz fue algo muy bonito.
Tuve la suerte de vivir algo especial. Lo decía medio en broma, medio en serio —creo que más en serio que otra cosa—: en el primer concierto de la gira del 30 aniversario con Ramón en Vitoria, fui a verlo, pero como público. Sin pensarlo demasiado me metí allí en tercera fila con todo el mundo, y yo no soy una persona de irme a primeras filas en los conciertos, nunca lo he sido. Pero me salió el fan de 20, 22, 23 años… y bastantes más. El recuerdo que tengo de ese concierto, en el que yo no tocaba, es de los más especiales. Fue muy bonito vivirlo desde abajo. Recuerdo que ellos estaban reventados de risa al verme dando botes allí; fue un momento muy especial.
Qué divertido. Me alegro de que haya tan buen rollo en Avalanch.
Desengranando los temas que nos traen hoy, que es el nuevo disco de Adventus, musicalmente —dejando a un lado las letras— comentábamos antes de empezar a grabar que muchas veces un artista no tiene por qué explicar sus letras, porque a veces ni él mismo sabe exactamente lo que quiere contar, o porque prefiere que sea el oyente quien interprete.
Mis letras se mueven en esa segunda línea. A veces termina un concierto y viene alguien a hablarte de una canción que le llega mucho por lo que sea, y luego otra persona te dice lo mismo, pero “lo que sea” es completamente diferente. La interpretación que puede dar cada oyente es muy distinta, y creo que es muy bonito que sea algo abierto.
Incluso, como decías, a veces yo mismo he encontrado sentido a cosas que había escrito antes. Con canciones de Lo que trajo el viento me pasó: se hablaba mucho del aire y yo lo hacía desde un punto quizá más espiritual, pero luego, en el plano físico, unos meses después estaba hospitalizado porque me era imposible respirar. Releyendo esos textos, a veces te quedas alucinado de cómo encajan. Creo que mis letras se mueven en esa onda: es mejor no concretar demasiado y que cada uno saque sus conclusiones.
Musicalmente, ¿qué nos trae de nuevo Lo que trae el viento esta vez? Yo he notado —no sé si es tema de mezcla o de composición— un bajo más presente, unos teclados en la línea habitual pero quizá no tan rápidos, una envoltura más compacta en la simbiosis entre bajo, guitarra y teclado, y la voz más agresiva y más presente.
Respecto a eso, la base rítmica… teniendo a Nacho y a Ferran Mainer sería casi un pecado no darle un peso importante. Es verdad que la batería suele tenerlo, pero el bajo muchas veces pasa desapercibido o se considera un instrumento de segundo plano. Yo procuro darle bastante importancia, mucha en realidad, y en este caso creo que más todavía. Estoy de acuerdo contigo: a nivel de mezcla y de sonido es un bajo muy agresivo. Mi hijo mayor me lo decía, porque le encanta escucharse los temas antes de que salgan, y es verdad que no es un bajo muy al uso. La intro del disco es bajo y voz, “Muerte en espiral” empieza con un bajo, y hay unos cuantos solos de bajo.

Es un disco en el que el bajo tiene mucho peso, realmente, y creo que debería ser así, teniendo al bajista que tenemos. Mi hijo me decía, escuchando los temas al principio de las mezclas, que le alucinaba el bajo; su expresión fue algo así como: “Si os quitan el bajo, os quedáis sin disco”. No es que el bajo sea todo, todo, todo —algo habremos hecho los demás—, pero es verdad que tiene muchísimo peso. Mainer está increíble, como siempre, y quizá en esta mezcla de arreglos hemos conseguido darle un plus. Los teclados, a lo mejor porque me hago mayor, pueden estar un poco más envolventes que otras veces; incluso puede que haya menos que en el disco anterior, menos pianos, no lo sé, no es algo premeditado.
Las guitarras están seguramente más metaleras que en ningún otro disco de Adventus, y eso nos da un extra muy potente, porque era algo que Ramón también nos pedía: quería sacar su parte íntima pero también mostrar algo más agresivo. Las guitarras están enormes, y a nivel de voz, bueno, al final es una delicia. Yo le presento a Ramón una demo con mis guitarras, que malamente pude tocar, y mis voces casi pidiendo perdón porque tuviera que escucharlas, pero es la forma de presentar las canciones. A partir de ahí, el crecimiento de cada instrumento es increíble.
En el caso de Ramón, lo que me preguntabas sobre la voz, él estaba muy contento con el resultado, tanto a nivel de melodías, arreglos y tratamiento de la voz, como en la producción. Él decía que escuchándolo era “exquisito”, estaba muy contento porque escuchaba los efectos, los delays, e incluso me oía respirar; son detalles importantes que forman parte de todo esto. Ha sido un trabajo de mimo, tanto en las partes más íntimas como en las más agresivas, que creo que el disco se merece. A veces lo logras más y a veces menos, pero el mérito está ahí.
Has mencionado algo que creo que es clave: las guitarras están más metaleras que nunca. No es que los teclados estén en segundo plano, sino que las guitarras son más presentes. Hay un tema que me llamó mucho la atención: “Esencia”. Es un tema que, por momentos, me recordó a bandas americanas como Slipknot o Killswitch Engage, con un rollo más macarra.
Para mí fue una sorpresa, porque el estribillo mantiene la esencia más melódica, pero la intro y la estrofa se salen un poco de la tónica. Recuerdo hablar con Dani cuando le pasé la demo; mis guitarras eran muy básicas, solo para dar un poco de ruido mientras grababa las voces, y Dani me dijo que le apetecía dar un toque más moderno. Ese proceso, sobre todo en las estrofas, era algo que Ramón también pedía: le gusta la intensidad, la “cera”, así que se iban envenenando mutuamente en ese intercambio creativo.
Yo hago las demos grabando todos los instrumentos, enviando una base de lo que luego será el disco. Una vez que recibo las pistas de todos, los teclados también se adaptan a eso; no es que la canción esté definida de manera rígida desde el principio. Es un proceso muy vivo y orgánico: lo que mando a Dani suele multiplicarse en la versión final, tanto con Mainer como con Nacho. Los teclados son mi comodín; considero que el tema está bien vestido con la guitarra. No abusamos, somos una banda que piensa en una sola guitarra, no en miles de armonizaciones, pero la base está suficientemente completa. Muchas veces he tenido que quitar teclados de mis demos porque las guitarras o el bajo no estaban como debían, y aunque soy teclista, al final lo importante es que la canción tenga lo que necesita, no que cada instrumento sea superpresente.
Siendo teclista y productor, tengo la ventaja de decidir qué meter y qué no, pero también es una responsabilidad: todo pasa por mis manos. En Adventus, hasta ahora, todo ha pasado por mí desde la composición, aunque luego cada miembro aporta para que las canciones sean lo que son. No es “esta es mi canción, vamos a grabarla”: todo el mundo participa en arreglos y composición. Para mí, las canciones son de los cinco miembros. Una vez que entregas la demo, no hay marcha atrás; lo bonito es ver cómo crece, cómo se cambia lo que haga falta.
En este proceso, desde la composición inicial hasta el mastering, a veces terminas hasta las narices, pero es una suerte trabajar de manera autónoma. Por ejemplo, cada miembro graba en su estudio, excepto con Ramón, que grabamos juntos en remoto en Zaragoza. Esa modalidad de grabación me parece de las partes más bonitas del proceso. Trabajo con otras bandas en mi estudio, pero cuando son mis canciones, aunque algo no me parezca perfecto, me gusta que el resultado final sea una construcción colectiva: desde donde parte el otro, hasta cómo se integra con el resto.
Un día tuve a un amigo en el estudio y no recuerdo qué canción era, pero le enseñé la demo y el final, y es algo muy bonito de ver realmente. Sobre si disfruto más la fase de músico que compone y mezcla, la que piensa y arregla, o la parte de músico que defiende en directo y recibe feedback, nunca he sabido responder a esa pregunta. Creo que sigo sin saberlo, aunque la enfermedad de hace dos años también ha dejado su huella y quizá me cuesta un poco más salir a tocar; pesa más, creo yo. Si me hubieras preguntado hace un año y pico, cuando era más joven, tampoco habría sabido responder. Subirte a un escenario, ya sea en una sala pequeña o en un gran festival, siempre es algo súper chulo; era mi sueño de adolescente. Mi sueño a los 15 años era encerrarme con una banda en un estudio externo y ayudarles a mejorar sus canciones. Con el tiempo, lo que me conquistó fue eso, y es algo que disfruto mucho.
Ahora mismo estoy grabando con una banda de Coruña llamada Mar de Fondo, que sacará un discazo de rock and roll en marzo. Jesús, el cantante, un tío encantador, me comentaba que tocar en directo está muy bien, pero que es mucho más importante lo que haces en el estudio, ayudando a las bandas a mejorar sus canciones. Personalmente, me gustan ambas facetas y sería muy difícil elegir. Por suerte, no tienes que elegir, porque ahora mismo puedo hacer ambas cosas, y eso está muy bien.
Hablando de un tema que seguro es un regalo para los fans, “Nada a favor”, hemos contado nuevamente con Diego. Para los conspiranoicos que pensaban que otra banda se iba a la mierda, aquí tenemos la respuesta: un tema precioso, un regalo poder escucharlos juntos, a dos voces tan diferentes y con tanto respeto en ambas direcciones.
Recuerdo que en un concierto pudieron conocerse, saludarse y charlar. Cuando surgió este tema, Diego estaba dejando la banda y en la misma conversación surgió la idea de que se uniera, y así fue. Estoy muy feliz con el resultado. Creo que a la gente le va a gustar ver a dos cantantes tan distintos complementándose de manera tan chula, y si hay ocasión de tocarlo en directo, sería precioso.
Me preguntaste cómo sería un tema de Adventus compuesto para las tres voces que han formado parte de la banda —Víctor, Ramón y Diego—, qué tendría que tener o no.
En esta canción, hecha pensando en que fuera así, todo encajó muy bien. Evidentemente, luego hay una parte de ellos que graban conmigo en el estudio o en su propio estudio, y hay espacio para su propuesta personal. Son dos cantantes con personalidades muy marcadas, y evidentemente hay cambios en la interpretación. Meter a Víctor en la ecuación quizá me costaría más; aunque los estilos de Ramón y Diego son muy diferentes, los veo más cercanos a la hora de transmitir emociones, mientras que Víctor me parece un poco más distante. Nunca me habían hecho esa pregunta y espero no tener que volver a responderla, porque no sabría. Al final, se trata de sentarte con un teclado, una guitarra o lo que sea, y pensar lo que pueda salir. Me imagino que cada uno tendría su estrofa, su parte, y con Víctor sería más complicado por la diferencia de estilo.
En cuanto a planes de gira y presentaciones, ya hay cosas que se anunciarán en breve. Habrá movimiento, sin locuras, con actuaciones en buenas salas y algunos festivales. Todos tenemos otros proyectos y compromisos; Mainer, por ejemplo, no podrá estar en todos los conciertos, pero en esta etapa hay conciencia de dónde podrá participar, y eso me apetece mucho. A partir de marzo empezaremos a tocar de nuevo.
Sobre el impacto de la era digital, con redes, series y la inmediatez, muchas bandas optan por sacar singles cada seis meses en lugar de un disco completo. Es una forma de generar contenido activo sin castigar al fan, que busca la inmediatez y no siempre quiere escuchar 10 temas de una hora del tirón. Personalmente, no tengo la estrategia completamente clara, pero los hechos muestran que Adventus sigue apostando por sacar discos completos.
Probablemente sea mejor o peor, pero venimos de una generación en la que las cosas se hacían de otra manera, y uno tenía en el corazón ese momento de escucharse un disco tranquilamente, viendo las letras, el arte y todo lo demás. Es verdad que las cosas están cambiando a velocidades increíbles. Hay ciertas cosas de esta inmediatez que, la verdad, detesto; por ejemplo, que parezca que en 15 segundos tienes que haberte escuchado una canción. Esto nos pasó con «Muerte en espiral» cuando se la enseñé a Javier, de Madrid; decía que era una canción un poco a contracorriente de absolutamente todo, porque empieza con bajo durante unos segundos y luego bajo y voz durante otros tantos. La intro es solo bajo y voz durante un minuto. Le decía que hoy en día funciona todo tan raro y es todo tan incierto que al final haces lo que te sale y te quedas a gusto, y ya se verá lo que pasa.
No hay muchas bandas con las que trabajo que sacan singles regularmente, pero las que lo hacen y les funciona, me parece fenomenal. No me parece que eso repercuta negativamente; al final, sacar un tema cada dos o tres meses puede dar un nuevo empujón. Muchas bandas finalmente fabrican un disco porque saben que sus conciertos lo van a querer vender, y eso también está bien. Lo que sí me da un poco de pena es el consumo tan rápido de la música, como si fuese una hamburguesa; se pierde ese momento de atención y disfrute. Nadie tiene que escuchar tu música, ni a todo el mundo le puede parecer buena. Si alguien decide que tu canción no vale la pena en 15 segundos, hay que respetarlo, pero aún así me da un poco de pena desde un punto de vista romántico. Antes había menos cosas que consumir y quizá se dedicaba más tiempo a cada disco; vivíamos más despacio, y creo que eso nos está afectando a todos.
A título personal, me entristece que ya no se pueda envolver la salida de un disco con ese aura, como se hacía antes, donde la campaña promocional podía rodear toda una gira en torno al lanzamiento. Por ejemplo, recuerdo la etapa de Mago de Oz o con El ángel caído, toda esa planificación y ritual alrededor del disco.
Hoy en día, comprar un disco, ir a casa y escucharlo con calma se ha vuelto complicado; con Spotify, muchas veces incluso la música es generada completamente por algoritmos, sin un compositor humano detrás. Hace un par de años, vi a mi hijo mayor escuchando un disco sentado en la cama, concentrado solo en la música, y pensé que muchos chavales de hoy en día ya no hacen ese ejercicio. No sé si eso es mejor o peor; desde mi punto de vista, como alguien que disfruta componiendo y sacando discos, me da pena que esta forma de disfrutar la música esté quedando desfasada.
En cuanto a la gira con Avalanch, estamos celebrando el 30 aniversario y parece que está teniendo muy buena acogida en redes. La incorporación de Ramón a la gira ha sido un plus. La gira ha ido preciosa; ver a Ramón subir al escenario y sentir la energía del público es algo increíble. No sé hasta dónde llegará la gira ni tengo todas las fechas claras; por ahora hay conciertos anunciados en Murcia, Oviedo y Madrid, y después se planea algo en América, aunque no tengo detalles exactos. Lo importante es disfrutarlo, sin obsesionarse con la planificación exacta.
Si me preguntas musicalmente qué elegiría entre Adventus y Avalanch, siendo totalmente sincero, creo que Avalanch es uno de los grandes culpables de que haga música y de cómo la hago. Todo lo que he hecho probablemente deriva de la influencia de bandas como Avalanch, incluso desde los días de Torquemada con mis amigos. Evidentemente, Adventus de algún modo sería un hijo de Avalanch. He hablado de esto con Alberto muchas veces, y aunque hay diferencias claras entre ambas bandas, la influencia es evidente.
Quizá Adventus tiene un estilo de temas más directo que Avalanch, sobre todo en la época más progresiva de Avalanch, que era más enrevesada. Creo que no es tan marcado en Adventus, aunque aparece en pequeñas dosis. No sabría decirte con qué me quedaría. Adventus son mis canciones, hechas a mi imagen y semejanza, como me apetece, y luego pasadas por la batidora de cuatro músicos increíbles más. Avalanch es una de mis bandas preferidas, así que desechar algo de cualquiera de las dos sería imposible. Has venido a hacerme preguntas difíciles, y la verdad es que no podría elegir. Adventus son las canciones que me salen del corazón, y Avalanch es una banda que amo y gracias a la cual existe Adventus. Además, tener a Ramón, cantante mítico de Avalanch, colaborando con Adventus hace que todo se entronque aún más. No sabría decir qué quitaría o qué no, porque realmente me encantan ambas bandas y me costaría mucho; sería faltar al respeto a alguna si dijera que me quitaría algo.
Por ir acabando, si hoy llegase un extraterrestre que no supiese nada de Adventus, y solo pudiera ponerle una canción para mostrar lo que hago, yo creo que “Aire” siempre será especial, quizá no la mejor que he escrito, pero una de las más significativas. Ahora mismo, sin embargo, le pondría “En Paz”. Me parece un cierre de disco súper tierno, porque en este panorama estamos acostumbrados a cerrar con algo grandioso y épico, y aquí termina con sutileza. Tenía claro que, al escribirla, cuando vi por dónde iba, me parecía el cierre perfecto. El disco inicia con “Bienvenido sea” y “Muerte en espiral”, y se cierra con “En Paz”, que creo que resume todo lo que dice el disco: que un día, que puede ser hoy o mañana, pase lo que pase, uno esté en paz consigo mismo y con los demás.
“En Paz” es especial también porque hice algo que no suelo hacer: cuando la canción estaba terminada, me la escuché muchísimas veces después de finalizada. Es un disco del que estoy muy orgulloso, con canciones que tienen mucho que ofrecer y que no se agotan con una sola escucha; hay mucho que rascar y descubrir.
No fue un proceso de “lo voy a terminar en 15 días”, sino un proceso bastante largo. Cuando acabo una canción, lo que menos quiere mi cabeza es seguir escuchándola, al menos a mí me pasa, incluso con discos de otras bandas que vienen al estudio. Sí que los escucho, y me apetece hacerlo una semana después con la cabeza y las orejas limpias. Pero con “En Paz” recuerdo un viaje a Madrid para un concierto con Avalanch; el trayecto en tren de tres horas y pico lo pasé escuchando exclusivamente esa canción. Habíamos grabado la voz el día anterior y me parecía una maravilla cómo había cantado Ramón, y finalmente dejaba de escucharla con mi propia voz. Creo que es una canción con mucha verdad, y por eso ahora mismo te diría “En Paz”.
Me has abierto otra pregunta, que es algo que también dijo Alberto Rionda: que una canción no se termina, se abandona.
Yo eso lo he dicho muchas veces respecto a las mezclas de un disco, ya sea de mi banda o de otra, y no me parece solo una opinión, sino una verdad objetiva y universal. Las mezclas, cuando las terminas, pueden parecer perfectas, pero si las escuchas un mes después, cambiarías cosas; eso es inevitable. El componente subjetivo y el número de parámetros subjetivos es tan grande que es inabarcable. En cuanto a las canciones, sí diría que se acaban; mañana o pasado, cuando nos veamos en Oviedo, lo comentaré, pero creo que sí. Las veo terminadas, y nunca me ha pasado que diga “cambiaría esta letra”. En las mezclas sí ves cosas, pero las canciones, en general, están cerradas. Cuando era muy joven podía haber más margen, y al escuchar cosas que hice entonces, noto la inocencia y la falta de experiencia, pero también me parece tierno.
Ahora, con la experiencia, los discos que hice con SAUCE los veo con cariño y a la vez con ojos críticos, pero no quiero escucharlos demasiado; mi hijo los disfruta y eso es bonito. Todo este camino me ha llevado hasta hoy, cuando puedo dejar un disco redondo. Son experiencias, y el camino te va guiando.
Antes de despedirnos, solo quiero agradecer una vez más la tradición de vernos por aquí una vez al año o año y medio. Se trabaja rápido y en cuatro años se sacan cuatro discos, así que espero que el siguiente sea con un poco más de calma.
Invito a la gente a escuchar el disco, que le guste o no, pero que le den una oportunidad y lo saboreen un poquito si pueden. Estoy muy agradecido de poder charlar en confianza. “De mi corazón y otras miserias” ya está disponible, y podéis seguir a Manu y a Adventus en las redes. Enhorabuena a él y a toda la banda.