Crónica: Volbeat, cuando el metal se vuelve humano y Barcelona canta en danés – Sant Jordi Club (Octubre 2025)

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VOLBEAT + Bush + Witch Fever

30 de octubre de 2025

Sant Jordi Club, Barcelona

Organiza: Madness Live

El Sant Jordi Club se convirtió anoche en una cápsula de energía pura donde tres bandas, cada una desde su propio universo sonoro, demostraron que el rock sigue siendo un lenguaje con infinitos dialectos. Desde la furia juvenil de Witch Fever, pasando por la clase veterana de Bush, hasta la perfección emocional y técnica de Volbeat, la velada fue una celebración transversal del poder de las guitarras, el sudor y la conexión real entre artista y público.

Witch Fever: juventud, furia y una conexión instantánea

Abrir una noche con semejante cartel no es tarea menor, pero Witch Fever, cuatro mujeres que derrochan actitud y fuego, lo hicieron con una energía que desbordó el escenario. La cantante y la bajista no pararon un segundo: corrieron por la pasarela, saltaron, se enfrentaron al público con una intensidad tan auténtica que resultaba imposible apartar la mirada.

Musicalmente, su propuesta navega en un territorio fascinante: guitarras pesadas y atmósferas oscuras, pero sin caer en la crudeza del death metal. En su lugar, un equilibrio inteligente entre la agresividad y lo melódico, con líneas vocales que oscilan entre el rugido gutural y la melodía emocional. Fue una actuación corta pero arrolladora; una descarga de autenticidad que logró lo que muchos teloneros solo sueñan: conectar. Desde el primer riff, supe que estábamos ante algo especial.

Bush: elegancia y energía sin fecha de caducidad

Si Witch Fever fueron el fuego joven, Bush representaron la madurez con clase. Y es que ver a Gavin Rossdale cumplir 60 años sobre el escenario —sin aparentar más de cuarenta y con una energía capaz de humillar a bandas que empiezan— fue un espectáculo en sí mismo.

Rossdale alternó entre momentos de frontman puro y otros más introspectivos, guitarra en mano, moviéndose por la pasarela con una elegancia rockera que solo da el oficio. En un gesto que lo honra, decidió colocar su micrófono frente al pasillo, dejando el escenario principal como reino de sus músicos, y regalando al público esa sensación de cercanía tan rara en los grandes conciertos.

El repertorio fue un repaso por su carrera, entre la melancolía y la electricidad. Temas clásicos sonaron frescos, actuales, impulsados por una banda sólida y un público que coreó cada verso con reverencia. Bush confirmaron que el rock británico de los 90 no envejece: se destila.

La perfección emocional de Volbeat: la voz que abraza incluso entre riffs

Y entonces llegó el plato fuerte. Volbeat, una de esas bandas que parecen diseñadas para gustar incluso a quien jura que no le gusta el metal. Los daneses salieron disparados con “The Devil’s Bleeding Crown”, y desde ahí el Sant Jordi Club se transformó en una máquina de adrenalina melódica.

Michael Poulsen es, simplemente, un animal distinto. Tiene la presencia de un crooner del infierno: sonrisa amable, voz cálida, mirada traviesa. Cada frase suya, entre canción y canción, parecía venir de un viejo amigo que te habla con humor y cariño. “Lola Montez” sonó como un cañonazo emocional —y escucharla desde el foso fue un privilegio absoluto, ya que me hace recordar a quien me los enseñó por primera vez, mi compañera Yolanda—. Luego, “Sad Man’s Tongue” llegó con su intro de “Ring of Fire”, homenaje sentido a Johnny Cash, mientras Poulsen nos soltaba una de las mejores frases de la noche: “Escuchad más a Johnny Cash desde el sofá, y menos redes sociales.”

La intensidad siguió con “Demonic Depression” la primera en sonar de su nuevo trabajo, “Fallen” (dedicada a su padre) y el momento más divertido: “In the Barn of the Goat Giving Birth to Satan’s Spawn in a Dying World of Doom”, donde el vocalista nos hizo repetir el interminable título palabra por palabra entre risas. Hubo también momentos de comunidad pura, como “The Devil Rages On”, con una camiseta de regalo para quien se atreviera a hacer crowdsurfing. algo que la banda estaba echando en falta esa noche, o “Black Rose”, donde el público, animados por Poulsen, felicitó con un grito que posiblemente traspasó las paredes del recinto a Gavin Rossdale por su cumpleaños.

Barcelona, corea en danés: la comunión inesperada de una noche mágica

Y entonces llegó “For Evigt”, la cual por mil motivos me parece una canción perfecta. Es ese instante que trasciende el concierto y se convierte en recuerdo vital. Todos cantando a capella, en danés, bajo la mirada emocionada de Poulsen, que no podía creerlo: “Puede que en España no habléis inglés, ¡pero habláis danés!”, dijo entre risas. Fue mágico. Yo misma —que llevo esa canción tatuada en la piel— no pude contener la emoción. Ese momento definió la noche: comunión total entre banda y público.

El cierre fue apoteósico: “Still Counting” desató dos circle pits, uno de los cuales —confieso— me tragó entre empujones y sonrisas, y el final con “A Warrior’s Call / Pool of Booze, Booze, Booza” dejó el recinto temblando.

Volbeat no son solo una banda: son una emoción afinada en Mi menor. Una mezcla perfecta entre Elvis, Metallica y puro corazón escandinavo. Y Michael Poulsen, esa voz que acaricia y golpea a la vez, sigue siendo una de las personalidades más singulares del rock actual.

Por Irene Kilmister.

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