CALELLA ROCKFEST
CALELLA – 13 Y 14 DE OCTUBRE 2017
FÁBRICA LLOBET
Durante el viernes 13 y el sábado 14 de octubre se celebró la edición anual de uno de los festivales con más proyección dentro del panorama nacional. Sin duda, el Calella Rockfest es una gran muestra de buen trabajo y de cómo alcanzar una plena madurez progresivamente. Buena muestra de ello son los impresionantes carteles con los que nos han sorprendido en las últimas ediciones, dignos de ser cada vez más remarcados.
La banda encargada de inaugurar el festival fueron Slavedown, banda procedente de Girona. Realizaron un concierto realmente digno considerando el gran cartel que había por delante, llevando a cabo un metal alternativo marcadamente duro y pesado. El timbre de voz del vocalista Marc Corso le iba como un guante al estilo de la banda, a pesar de que se le vio ligeramente faltado de agudos en algunos momentos muy puntuales.
Seguidamente llegó el turno de los estadounidenses The Voodoo Fix. Sin duda alguna, este conjunto fue una de las grandes sorpresas del festival, sobre todo para los que desconocíamos la banda. Pura actitud y descaro. Desde el mismo momento en el que pisaron el escenario salieron a por el público sin miramientos. The Voodoo Fix practica un rock ‘n roll divertido, del que hace bailar a todo el público siempre que sea tocado con esta energía y vitalidad. A destacar la enorme actuación del frontman Abe Rivers, un perfecto maestro de ceremonias. Poco me equivocaré si afirmo que gran parte del público se quedó con ganas de más.
Sin embargo, todo el mundo tenía muy claro cuál iba a ser el plato fuerte de la noche. Con sólo echar un vistazo al público se podía percibir que frecuentaban bastante las camisetas de Motörhead, y es que había muchas ganas de ver el show del ex guitarrista de la banda, Phil Campbell, con su nueva banda formada con sus tres hijos (Todd, Dane y Tyla) llamada Phil Campbell & The Bastard Sons. A pesar de que Motörhead puso punto y final a su trayectoria con la muerte de Lemmy, tiene su línea continuista de la mano de esta nueva formación. Se vio una banda en plena forma y con convicción, tanto con los temas propios como con la considerable cantidad de canciones de Motörhead que reprodujeron. Lástima que, como es completamente lógico, estos últimos no suenen como sonaban años atrás: la sombra de Lemmy es muy larga. Sin embargo, el público marchó satisfecho y algunos nos quitamos (aunque no completamente) la espinita de no haber podido ver a Motörhead en febrero del año pasado. Sonaron destacados temas de su propio EP como Big mouth, pero el respetable venía a lo que venía: los temas más celebrados, entre otros, fueron Rock out, Eat the rich, Iron fist, Ace of spades, etc. A destacar también la interesante cover de Children of the grave de Black Sabbath.
El grupo encargado de cerrar la primera jornada de festival fueron los hard rockeros D-A-D. Después de un rato de retraso por diferentes pruebas de sonido, el conjunto danés saltó al escenario liderado por el vocalista Jesper Binzer, el cual en el mismo inicio soltó el curioso grito de “Catalunya, mi corazón”, repitiéndolo en varias ocasiones durante el concierto. Con menor afluencia de público después de la descarga anterior y con el bajista luciendo un estrafalario disfraz, el paso de D-A-D por el Calella Rockfest fue un tanto enrarecido, al menos durante el rato que pude observarlo. En mi opinión les faltaba un punto de solidez, a pesar de que no terminaba de sonar mal.
La segunda jornada fue inaugurada por el músico de blues irlandés Simon McBride, el cual sorprendió gratamente a la audiencia por su superlativa habilidad a las seis cuerdas. La emoción que recreaba con cada una de sus composiciones y su inteligente uso de los efectos para crear tal función (ninguno utilizado al azar o para hacer cualquier sonido carente de sentido) no dejaron a nadie indiferente. Además, el guitarrista irlandés supo rodearse de dos músicos que demostraron una depuradísima técnica, tanto el bajista como el batería. Ambos se unieron a los continuos derroches de calidad de Simon con dificultosos y recargados solos.
A continuación llegó el turno de Crazy Lixx. Si bien habíamos pasado una hora escuchando música de un estilo refinadísimo, la tesitura cambió con la llegada del conjunto de sleaze/glam metal sueco. Es una de estas bandas que realmente vale la pena disfrutarlos en directo. La sensación de acción y de continuo movimiento es la tónica de sus conciertos, y si eso lo combinamos con sus extremadamente pegadizas melodías y trabajados coros, se obtiene una actuación en la que no miras el reloj. Salieron lanzados a por la yugular del público con el gran tema Wild child, de su recién publicado álbum Ruff justice, seguido de la ya clásica Hell raising women. Seguidamente hicieron referencia al videojuego de Friday the 13th, el cual incluye canciones de su nuevo álbum, y a que el día anterior había sido casualmente un viernes 13, para introducir el tema XIII. El resto del show siguió en la misma línea, rematando con la relativamente sorprendente Girls of the 80s. En resumen, una soberbia actuación de una banda que se encuentra en un estado pletórico y de enorme madurez.
Seguidamente fue el turno para otra de las grandes leyendas con las que contaba el cartel. Nada más ni nada menos que el que fuera guitarrista de Scorpions durante los años 70, Uli Jon Roth. Esta fue su tercera visita a Barcelona o alrededores en cuestión de un año y medio, y prácticamente repitió el setlist que tocó el pasado mes de abril en la sala Bóveda. Esta vez, pero, con un sonido notoriamente más competente y con un diferente vocalista: Pichi, de la banda española Stingers, tributo a Scorpions. Debo recalcar que Uli ha llevado un vocalista diferente en cada una de estas tres últimas actuaciones en Barcelona, y en este caso ha dio con el vocalista que mejor imitaba el timbre de voz de Klaus Meine de entre los tres. El concierto, en la línea de Uli Jon Roth: una sublime actuación de guitarra del ex Scorpions y un repertorio donde no faltan grandes temas como The sails of Charon, We’ll burn the sky, In trance, Fly to the rainbow (que no llegó a sonar tan increíble como en otras ocasiones) y un largo etcétera. Sin embargo, el resto de la banda pareció ciertamente descolocada en ciertos momentos, sobre todo durante los extendidos solos de Uli. Aún así, gran concierto en líneas generales.
Y para cerrar la edición del festival, qué mejor que la gran fiesta en la que se convierten los conciertos de The Quireboys. Este hard rock con marcados toques de blues, pero con una característica agresividad y malicia, mezclado con el enorme carisma del cantante Spike, no puede resultar en otra cosa en directo. Siempre me habían hablado maravillas de esta banda, y al verlos en directo puedo confirmar que dichas afirmaciones llevaban toda la razón. Spike es la definición de lo que un frotnman debe ser. Su característica voz, notablemente rasgada, encaja perfectamente en el estilo de la banda, y su actitud en el escenario no está al alcance de cualquiera. Destacaron los cañeros temas Going down, There she goes again, Mona Lisa smiled o la espectacular Sex party, con la que dieron el gran brochazo final a su exitoso paso por Calella y cerraron esta también exitosa edición del festival en líneas generales.