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CRÓNICA: ANGELUS APATRIDA celebra 25 años en Barcelona – Sala Razzmatazz – Octubre 2025

ANGELUS APATRIDA + Terminal Violence + WhiteDemon

Sala Razzmatazz, Barcelona

25 de octubre de 2025

El 25º aniversario de Angelus Apatrida convirtió anoche la Sala Razzmatazz en un templo del thrash contemporáneo. Pero antes de que los albaceteños hicieran rugir su maquinaria, White Demons y Terminal Violence prendieron la mecha con dos actuaciones que, aunque diferentes en tono y estilo, compartieron una misma intención: dejar al público exhausto y sonriendo antes del plato principal.

Whitedemon: juventud, metralla y precisión

Whitedemon, un quinteto barcelonés, ha entendido que el thrash no se trata solo de velocidad: se trata de actitud. Desde los primeros compases, la banda mostró un sonido afilado y orgánico que aunque maman de la escuela de Exodus y Overkill, tienen un pulso moderno que los aleja de la mera nostalgia, en el que incluyen voces guturales y arreglos que beben de diferentes estilos más actuales.

El set fue breve pero contundente con guitarras que sonaban limpias pero salvajes, con un trabajo de medios que permitió apreciar cada detalle sin perder la pegada.

Técnicamente, el grupo ha crecido y es que pudimos escuchar cambios de tempo más pulidos, transiciones más naturales y un sonido de escenario impecable para ser una banda telonera, donde lograron que cada breakdown y cada ataque de púa tuviera su peso.

Whitedemon pusieron el listón peligrosamente alto.

Terminal Violence: caos controlado con invitado de lujo

Si White Demons dejaron el terreno caliente, Terminal Violence lo redujeron a escombros. Con su mezcla de thrash y crossover, la banda salió a morder desde el primer segundo, y lo hizo con una particularidad: Saúl, batería de A Dark Reborn, ocupó el puesto tras los tambores debido a la ausencia temporal del miembro titular por motivos personales.

Y vaya si cumplió. Su pegada fue seca, precisa y contundente, aportando un plus de agresividad que se notó especialmente en cortes como “Instinct Suppressor” y “Wild Beasts”, donde cada golpe parecía un latigazo sincronizado con el headbanging colectivo del público.

El repertorio recorrió varias caras de la banda: desde la crítica social directa de “Fuck the System” hasta el groove contagioso de “Zombie Mosher”, que convirtió la pista en un auténtico campo de batalla. En “Smart Is The New Dumb” y “Slaves of Greed”, Terminal Violence demostró que su riffing no es solo velocidad, sino arquitectura: capas de distorsión y líneas de bajo bien definidas que sostienen un muro de sonido denso y agresivo.

El cierre con “All Hail Zyon” fue un estallido coral, con el público gritando el estribillo.

Terminal Violence sonaron viscerales, rabiosos y afinados, con la suficiente madurez para sonar serios sin perder el instinto salvaje.

Ambas bandas demostraron que el futuro del thrash estatal goza de una salud envidiable. Anoche, antes de que Angelus Apatrida reclamaran su trono, White Demons y Terminal Violence recordaron que las nuevas generaciones no solo rinden homenaje al pasado: lo están reescribiendo con sangre fresca y amplificadores al rojo vivo.

Un repaso salvaje a una carrera sin fisuras

Hay bandas que sobreviven al tiempo; otras, como Angelus Apatrida, lo dominan. Anoche, en una Sala Razzmatazz abarrotada, los albaceteños celebraron su 25º aniversario con una actuación que fue mucho más que un concierto: fue una lección de coherencia, técnica y pura devoción al thrash metal.

Ningún artificio gratuito, ningún altibajo, ningún margen para el error. Angelus Apatrida sonaron como siempre, con esa precisión quirúrgica que solo alcanzan los que llevan un cuarto de siglo tocando juntos, sudando cada riff, afilando cada fraseo y manteniendo la rabia intacta.

Y es que poco más podemos decir sobre los albaceteños después de haber escrito tanto sobre ellos en estos años. Y es que como bien dice Guille es muy fácil verlos por la Península y por tierras catalanas, algo que, como ayer quedó patente no nos quita las ganas de más y más thrash manchego.

El arranque con “Clockwork” y “To Whom It May Concern” fue como recibir una descarga eléctrica: dos trallazos que pusieron el tono de lo que vendría —velocidad, claridad y una ejecución tan milimétrica que parecía sacada de estudio. Pero no había nada grabado aquí: solo músculo, precisión y alma.

La banda fue navegando por su historia con una seguridad pasmosa. “Snob” y “Indoctrinate” rugieron con ese equilibrio entre técnica progresiva y brutalidad clásica que los ha convertido en una referencia del thrash europeo. En “Of Men and Tyrants”, la sala entera se transformó en un solo mosh pit; en “Cold”, los coros del público rivalizaron con la propia banda.

Cada tema sonó exacto, sin perder la energía del directo. José Izquierdo al bajo fue una apisonadora rítmica, Víctor Valera demostró que su batería tiene metrónomo interno y los hermanos García Guillermo y David— se mostraron en un estado de forma insultante, con una compenetración que roza lo telepático.

Guillotinas, guitarras y pura comunión metalera

La segunda mitad del show fue directamente una demolición controlada. “We Stand Alone”, “One of Us” y “The Thornmaker” mantuvieron la intensidad en un nivel imposible, mientras “Farewell” y “Free Your Soul” aportaron una épica contenida, casi emocional.

Pero el clímax llegó con “Give ’Em War”, cuando David bajó del escenario, guitarra en mano, y se adentró entre la multitud para tocar rodeado de fans. Un gesto sencillo, pero poderoso.

Y entonces, la guillotina. Una enorme estructura metálica presidiendo el escenario cayó al ritmo de la intro de “Sharpen the Guillotine”, decapitando —figuradamente, claro— a un cerdo que simbolizaba la podredumbre política. Un momento teatral, crítico y brutalmente efectivo.

A partir de ahí, todo fue fuego, ya lo anunciaba Guillermo. “Versus the World”, “Blast Off”, “Thrash Attack” y el cierre con “You Are Next” desataron una tormenta colectiva. La banda sonó rotunda, sin un solo desliz: una demostración de por qué Angelus Apatrida no solo son los reyes del thrash español, sino una de las pocas formaciones capaces de mirar de tú a tú a los gigantes del género a nivel mundial.

Veinticinco años después, más vivos que nunca

Al salir de la sala, uno tenía la sensación de haber presenciado algo más que un concierto: una celebración de identidad. Angelus Apatrida no necesitan pirotecnia ni nostalgia: su fuerza está en la música, en su precisión abrumadora y en esa convicción de que el metal es una forma de resistencia.

Sonaron tan bien —o mejor— que en disco. Y eso, en una época donde muchos dependen del playback o de la producción digital, es casi un acto de fe.

Veinticinco años después, Angelus Apatrida no solo siguen en pie: siguen liderando la carga, con la guillotina afilada y la mirada fija en el siguiente riff.

Galería de fotos:

Fotografías por Irene Kilmister.
Redacción por Efrén Cayuela e Irene Kilmister.