El segundo día del Resurrection Fest 2022 llegó acompañado de una afluencia mucho mayor que la de la fiesta de bienvenida, algo que pudo notarse desde primeras horas de la tarde en los accesos a Viveiro y en las dificultades para encontrar aparcamiento, y es que Judas Priest, tras 50 años de carrera, siguen con el tirón intacto y siguen moviendo un buen número de metaleros fieles.
La nostalgia sigue siendo una fuerza indiscutible a la hora de llevar público a un concierto, y de hecho, todavía siguen siendo las bandas veteranas las que suelen copar las primeras líneas de los carteles de los festivales.
SEPULTURA
De hecho, fue otra banda clásica la que supuso nuestro inicio en este jueves de festival; Sepultura, con varias décadas de carrera, es otra de esas bandas incombustibles, da igual que las modas cambien, que sufran algún que otro cambio de formación, o que su peso específico dentro de la escena no sea el de hace años, sus conciertos siguen siendo toda una descarga de adrenalina.
En las últimas semanas la banda ha tenido que lidiar con la ausencia de su guitarra líder, y es que Andreas Kisser ha vuelto a Brasil por una emergencia familiar, de ahí que le hayan sustituido por Jean Patton para acabar esta gira, un guitarrista que mostró su solvencia y lo hizo a las mil maravillas.
Las canciones de Sepultura siguen teniendo una gran vigencia, tanto musicalmente como en su significado, y como bien hizo en recordar Derrick Green al presentar temas como “Propaganda” o “Refuse/Resist”.
Antes habían sonado otros clásicos como “Arise” o “Territory”, muy bien recibidos, a los que se fueron uniendo “Means to a end”, “Capital Enslavement”, o “Guardians of Earth”, aunque el gran colofón vino con la guinda final de dos temazos sempiternos que siempre levantan a la audiencia, y es que tanto como “Ratamahatta” como “Roots, Bloody Roots”, son don bombazos que siempre agitan cuellos, y si es con buen sonido como fue en esta ocasión, mejor que mejor.
A los carrozas nos convencieron y a los jóvenes los unieron a su causa.
ADRIFT
Tocaba decidir entre el escenario Chaos con Vomitory o el Desert con Adrift, decidimos hacer mitad y mitad y en primer lugar asistimos a una buena actuación de una banda que hasta la fecha desconocíamos pero a la que prestaremos más atención a partir de ahora.
Buen concierto donde se unieron una propuesta musical original de lo más ecléctica y una energía desbordante, buen sonido y un público entregado, se logró una buena comunión entre público y banda y disfrutó todo el mundo.
Por cierto, buen punto las luces en forma de triángulo de este escenario, simples, pero efectivas.
Otra de las bandas veteranas de este jueves, y quizá una de las más difíciles de ver. Como comentó el propio Mikael Akerfeldt, no son una banda fácil de seguir, a lo largo de su extensa carrera han retorcido de forma radical su estilo, desde lo más cercano al death de sus inicios, a lo puramente progresivo de la actualidad.
Esta es una de las principales paradojas con las que se encuentra la banda; en los festivales, buena parte de la gente que arrastra lo hace gracias a los sonidos metaleros de sus inicios, sin embargo, hoy en día, la banda se siente más cómoda con lo progresivo o el hardrock de esencia setentera, de ahí que se produzca cierta disonancia que es difícil de solucionar.
Lo que vimos fue un Mikael con bastante retranca, diciendo que iban a tocar temas que a nadie le gustan y que se jodieran, que su español no va más allá de pedir una cerveza, y que le gusta hablar pero que no tiene tiempo, pero que eso sí, agradece profundamente que la gente aún siga a la banda.
Su música actual no es para levantar a las masas, es más para disfrutar de su musicalidad y su excelencia, y quizá un festival no sea el lugar más apropiado, pero aún así hicieron el concierto esperado, con un gran sonido acorde a unas composiciones tan elaboradas.
“Hjärtat vet vad handed gör”, “Ghost of Perdition”, “The Devil’s Orchard”, “The Drapery Falls”, “Sorceress” o “Deliveance” fueron alguno de los temas que sonaron.
Sus seguidores disfrutaron, en el resto, cierta frialdad.
Y llegó el punto fuerte de la noche. El dios del metal y sus incombustibles Judas Priest, que siguen contra viento y marea superando adversidades ya sean en forma cambios en la banda (K.K Downing), de infartos (Richi Faulkner), achaques del parkinson (Glenn Tipton actualmente sustituido por Andy Sneap) o voces que no rinden como antaño.
He visto 10 veces Judas Priest y puedo afirmar sin ningún género de dudas que esta ha sido la mejor actuación que han visto mis ojos, fue un concierto sencillamente magistral, con una banda engrasada que funcionó como una gran máquina metalera de esas que protagonizaban sus portadas. Con un sonido perfecto, limpio y super pulcro, y con un Halford que cantó como nunca.
En conciertos pasados, justo antes de la pandemia, criticaba la forma de cantar de Halford, que solía estar fuera de tono y que se ahorraba la mayoría de las partes complicadas, ya fuera cambiando la nota o haciendo cantar al público, en esta ocasión nada de eso, brilló, no se ahorró nada, y literalmente hizo que por momentos se me pusiera la carne de gallina.
También impresionante la escenografía, con su gran logo móvil lleno de focos, que se movía en ciertos temas, logrando una imagen ciertamente espectacular.
Un concierto de Judas Priest está lleno de grandes hits, todos sus temas son así, de ahí que del principio al final haya decenas de miles de gargantas cantando al unísono, pese a eso, la energía de Halford –perfectamente secundado por unos ingenieros que metían los efectos en el momento adecuado- prevaleció sobre el resto.
Richie y Andy han dado un extra de intensidad a la banda, y Scott Travis siempre contagia su energía, así los primeros temas fueron magistrales, con “One Shot a Glory”, “Lightning Strike”, “You’ve got another thing comin”, “Freewheel Burning” y un “Turbo Lover” masivamente coreado.
Halford se metía entre bambalinas cada poco para cambiarse y hacer gala de su extenso armario metalero, algo que daba igual, ya que lo importante era verle desgranar con maestría los temas de distintas épocas de su carrera; con esa forma tan peculiar de sentir sus temas, agachado, con los ojos cerrados, cantó otros hits como “Hell Patrol”, “The Sentinel” y un “A Touch of Evil” donde los dos guitarristas le secundaron a la perfección a los coros.
La parte final de “Victim of changes” me puso literalmente la piel de gallina, después llegaron “Blood Red Skies”, las versiones “The Green Manalihi” (Fleetwood Mac) y la gran “Diamond & Rust” de Joan Baez, que llegó en su versión rápida….(cosas de gustos, me sigue gustando más en plan balada).
Fue momento para que Scott Travis cogiera el micro y le pidiera al público qué quería escuchar, tras responder con un estruendo que “Painkiller”, comenzó la característica batería, a la que se le unió el resto de instrumentos en una orgía bombástica de fuerza, historia y metal, donde Halford volvió a rendir a gran altura.
Para el final, cuatro mastodontes musicales, “Electric Eye”, “Hell Bent for leather” (moto incluída), “Breaking The Law” y el fiestón final en forma de “Living after midnight”.
Sencillamente magistrales.
A todo esto, acabó el concierto, e Ian Hill seguía sin salir de su baldosa.
ME AND THAT MAN
¿Nergal de Behemoth haciendo música a lo Johnny Cash? Suena tan marciano que hay que verlo sí o sí, así que allí nos plantamos en el Desert Stage para ver esta anomalía. Hasta el propio Nergal preguntó, ¿qué hacéis aquí, si está tocando Dark Funeral en el escenario de al lado?
Al parecer les costó llegar a Viveiro, -15 horas dijeron-, pero eso no les quitó ni un ápice de ganas, ya que mostraron a un público bastante numeroso su música con temas como “My Church is Black”, “Nightride”, “On The Road”, “Losing My Blues” o “Blues & Cocaine”, todas de un marcado toque sureño, pero bastante peculiar.
Nergal siempre cuida mucho la escenografía y la imagen, aunque en esta banda va más discreto, salió con un pañuelo que le tapaba la cara –que se quitó tras el tema inicial-, y un sombrero en el que se entreveía una cruz invertida, pinceladas escénicas para aderezar una propuesta musical más sobria, pero curiosa y divertida.
Buen sonido en líneas generales, y solventes sobre el escenario.
Texto: Juan José Díez y S.A Sánchez
Fotos: Juan José Díez