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CRÓNICA: Pyrenean Warriors Open Air agota entradas en una apoteosis de heavy metal – Septiembre 2019

PYRENEAN WARRIORS OPEN AIR V

TORREILLES (Francia) – 14 DE SEPTIEMBRE 2019

SITE DE JUHÈGUES

 

Cuando asistes a un festival desde sus primeras ediciones (en este caso, hablando en mi nombre, desde la segunda) y lo ves crecer tanto y en tan poco tiempo, no puedes evitar ilusionarte. El Pyrenean Warriors Open Air alcanzó su quinta edición el pasado sábado 14 de septiembre, y lo hizo presentando un cartel que intimidaba con sólo mirarlo. Si bien en pasadas ediciones se habían subido al escenario bandas tales como Grim Reaper, Medieval Steel, Metalucifer, Trance o incluso Manilla Road (a quienes dedican el nombre del escenario en honor al fallecido Mark “The Shark” Shelton), la presente ha dado un salto cualitativo casi sin precedentes: Sortilège, Aria, Omen, Blasphème y Mindless Sinner entre tantos otros prometían hacer de esta edición la más completa e ilusionante. Ante semejante reclamo, el público respondió agotando las entradas por primera vez en estas cinco ediciones, de modo que el número de asistentes (aunque no está confirmado al 100%) no bajaría de las 1.000 personas.

El Pyrenean Warriors Open Air se celebra anualmente en las afueras de la localidad francesa de Torreilles, muy cercana a Perpiñán. El festival es organizado por una asociación llamada Pyrenean Metal, dedicada a organizar eventos que albergan bandas de los estilos más clásicos y puros del género, así como lo hacen Metalcova, Pounding Metal o Heavy Metal Espectros entre otros en España. Cada año se acomoda un pequeño recinto junto a la Chapelle de Juhègues, ermita románica que data del siglo XI, un parking a muy poca distancia en un extenso campo de tierra y un camping en la pineda adyacente.

La proximidad al territorio español (2 horas y escasos minutos en coche bastan para llegar desde Barcelona) hace que siempre haya una importante representación de gente de Barcelona o incluso otros rincones del país, como Madrid, Bilbao o Murcia. El hecho de celebrarse en un pequeño pueblo francés no impidió que gente venida desde todos puntos del globo se acercaran hasta el festival (llegué a conocer gente que venía expresamente desde Los Ángeles). A eso de las 12 del mediodía pusimos los pies sobre el terreno y mientras descargábamos los coches ya podíamos palpar el ambiente de las grandes ocasiones. Una vez construida la tienda de campaña en el camping y resueltos diversos asuntos, nos dispusimos a entrar al recinto para disfrutar de las primeras bandas, que ya empezaban a sonar a la 1 del mediodía.

Los primeros en saltar al escenario fueron los fineses Chevalier, una joven banda de heavy metal épico que ha publicado recientemente su primer larga duración, llamado Destiny calls, el cual parece predestinado a ser una de las obras más reconocibles de este estilo en los últimos años. Los fineses, poco acostumbrados al calor, lucharon contra el abrasador sol de mediodía envueltos de arriba a abajo en cuero. Vi sufrir especialmente a la vocalista Emma Grönqvist, quien a pesar de hacer cara de estarse asando defendió sus característicos agudos de forma casi intachable. El característico sonido de la banda, muy crudo y poco producido en estudio, ganó enteros en directo, de modo que algunos de sus principales himnos como The curse of the dead star, In the grip of the night o A warrior’s lament sonaron muy potentes y tremendamente místicos. Nada mal para dar el pistoletazo de salida.

   

Después de una larga espera en los food trucks para llevarme algo a la boca, por fin pude incorporarme a la actuación de Sacral Rage, de los cuales pude ver la mitad de su concierto de cerca. Los griegos practican un heavy metal extremadamente técnico, tanto que a veces se hacen duros de seguir, pero es innegable que atesoran una calidad tremenda. Recuerdan en cierta medida a grupos como Watchtower: constantes cambios de ritmo, riffs complejos y un vocalista que tira de magníficos tonos agudos (los cuales acompaña de forma marcadamente teatral, por momentos pone cara de estar completamente loco). Repasaron durante su escaso tiempo de actuación los dos álbumes que tienen en su haber, destacando temas como la enorme Samsara, y lograron sonar bastante más nítidos que sus predecesores Chevalier. A pesar de lo mareantes que llegan a ser en momentos determinados, es una banda que vale la pena ver.

  

Llegó entonces la hora del que, para mí, era el primer plato fuerte de la jornada. Una banda totalmente distinta a todo lo que íbamos a ver en el resto del festival. Wytch Hazel, otra joven banda en este caso inglesa, muy influenciada por el hard rock de los 70 (Wishbone Ash, Thin Lizzy, Uriah Heep, etc.). Los descubrí justamente el año pasado cuando los vi en Londres, y puedo decir que han mejorado sustancialmente su directo en poco más de un año. En este corto periodo de tiempo han publicado su segundo álbum, llamado II: Sojourn, del cual aprovecharon para presentarnos algunas de las canciones convertidas ya en auténticos himnos.

Tirando de pura calidad, de sentido de la melodía, de su característico vestuario (vestidos de blanco y llevando crucifijos en referencia sus letras espirituales y cristianas) y con un Colin Hendra en estado de gracia a las voces, iniciaron su actuación con The Devil is here y Freedom battle, levantando el entusiasmo del público de forma inmediata. Sobrepasados los problemas técnicos con la guitarra de Colin, dejaron caer sobre nosotros toda su clase a través de Still we fight, Save my life o See my demons, muy coreadas por los asistentes, e incluso nos anticiparon la nueva Spirit and fire. Con el poco tiempo del que dispusieron, pronto cerraron con Wytch Hazel y We will be strong. Me faltaron temas y me quedé con ganas de más, pero aún así tremendo concierto el que nos brindaron los cristianos de Lancaster.

  

Poco puedo decir sobre Metalian, ya que fue mi descarte para descansar y sociabilizar durante un rato, antes de emprender la cursa de fondo que nos esperaba hasta el final del evento. Lástima ya que también tenía ganas de verlos, pero el cuerpo no lo puede aguantar todo.

Entramos nuevamente para ver a Mindless Sinner, una auténtica vieja joya del heavy metal sueco. Su primer EP Master of evil (1983) y su álbum Turn on the power (1986) son dos obras consideradas de culto por los acérrimos al heavy underground. Si a eso se le añade el hecho de que siguen con la formación clásica y muestran un estado de forma fuera de lo normal, el resultado puede ser un concierto de bandera, y así fue. A los pocos segundos de iniciarse el concierto con la legendaria We go together supe que iban a liar una gorda. Con un sonido arrasador, un heavy metal tan canónico como efectivo y con el impulso de un público entregado desde el mismo inicio, los suecos no dieron tregua durante la hora que duró su actuación.

Merece especial mención el guitarrista Magnus Danneblad, quien pocos días antes sufrió un accidente en el dedo índice de su mano izquierda pero que aún así salió a actuar utilizando sólo 3 dedos para construir los acordes. No fue impedimento alguno para que Mindless Sinner descargaran toda su energía, muy poco habitual de verse en bandas de esa edad. Dieron un buen repaso a sus más míticas obras, donde no faltaron I’m gonna (Have some fun), Broken freedom, The voice of the doomed o Here she comes again entre tantas otras, ningún clásico se quedó en la recámara. Así mismo, también nos dieron a apreciar algunas pinceladas de su más reciente The new messiah (2015). Me habían hablado de forma excelente sobre el directo de los suecos, pero debo reconocer que no me esperaba tanto.

  

Blasphème, mítica banda del heavy metal francés de los 80, tomó el relevo a sus coetáneos suecos. Los franceses cuentan actualmente con dos cantantes que se van turnando: Olivier del Valle y Alexis Roy-Petit. El tránsito de personas sobre el escenario no suele jugar muy a favor de las bandas, en mi humilde opinión, ya que se me hace extraño y me cuesta más de seguir el hilo. Sin embargo, Blasphème dieron un concierto de talla. Aupados mayoritariamente por el público francés, realizaron un extenso repaso a sus dos obras cumbre: Blasphème (1984) y Désir de Vampyr (1985). La práctica totalidad del repertorio correspondió a dichos álbumes, a excepción de un par de canciones del más reciente Briser le silence (2010).

Ambos vocalistas defendieron el legado de forma excelente, lo cual nos permitió disfrutar en pleno esplendor de himnos como Seul, Territoire des hommes o Jehova entre otros. Pero el momento de piel de gallina, sin duda alguna, fue cuando interpretaron la sumamente emotiva Vivre libre en catalán (Viure lliure la llamaron), en referencia al conflicto político en Catalunya. Varios invitados se unieron a la voz y a la guitarra acústica, e incluso se sumaron sobre el escenario los mismos organizadores del evento, en un momento de pura fiesta y hermandad.

  

Las nubes que ya empezaban a hacer acto de presencia durante el concierto de Blasphème terminaron descargando una buena tormenta veraniega justo al terminar la actuación, lo cual nos obligó a volver al campamento para cobijarnos. Por suerte, el chaparrón duró tanto como el tiempo entre una banda y la otra, con lo cual no alteró el ritmo de los conciertos.

Pasado el susto, regresamos al recinto para los tres platos más fuertes de la edición. El primero, nada más ni nada menos que Omen. Imprescindibles para entender el desarrollo del heavy metal épico y el power metal, los norteamericanos editaron durante la década de los 80 tres álbumes puntales para los mencionados géneros. Y aunque mucha gente ignore su importancia (algunos incluso su existencia, tristemente), allí siguen con la nariz bien alta y poniendo patas arriba cualquier lugar que pisan, y el Pyrenean Warrios no fue una excepción precisamente. Capitaneados por el guitarrista Kenny Powell, el único miembro original restante, Omen salieron con el turbo puesto y nos pasaron literalmente por encima. Empezar con Death rider ya es sinónimo de convertir el festival en un manicomio, y más encadenando seguidamente hasta 6 temas del aclamado Battle cry (1984), que cumple 35 años.

The axeman, Be my wench o Die by the blade desataban una auténtica locura, y es que Kenny Powell ha logrado reunir una formación tremendamente sólida a la hora de defender las canciones. Hablo en especial por Nikos, quien reproduce muy bien la voz del desaparecido J.D. Kimball, pero también por las tablas al bajo de Roger Sisson. Daba igual que el sonido no fuera perfecto, o que Kenny cometiese algunos errores en los solos. La leyenda que ellos suponen y la contundencia y la convicción con la que defienden su legado pasa por encima de todo ello. Para rematar la jugada, dejaron el concierto en la cumbre con Warning of danger, Teeth of the Hydra y la extremadamente épica Last rites, con la que pusieron el broche de oro. Omen montaron, como viene siendo habitual, una auténtica batalla épica.

  

Si alguien me hubiese dicho hace no tanto tiempo que iba a ver a Aria a sólo dos horas de Barcelona jamás le hubiera creído. Indiscutiblemente la banda de heavy metal más grande de Rusia, donde suelen tocar casi siempre ante miles y miles de personas, pero que se prodigan de forma muy escasa fuera de su país, donde son considerados una banda de culto. He tenido el placer de verlos dos veces este año, y si bien la primera en el festival Keep It True de Alemania me pareció un punto más espectacular y con un sonido ligeramente mejor (hubo un momento en el que el bajo y el bombo se acoplaron), fue una gozada verlos adaptarse para tocar en petit comité. En un setlist bastante similar a la anterior ocasión, repasaron su material más reciente a la vez que insistieron en sus imprescindibles clásicos. Gonka za slavoy y Era lucifera se alternaron con las míticas Raskachayem etot mir y Torero en los primeros compases.

Na sluzhbe sili zla fue calurosamente recibida, así como la menos esperada Ballada o drevnerusskom voine, pero lo mejor de todo aguardaba para el tramo final: no podían terminar su paso por Francia sin entonar Geroy asfalta y la legendaria Ulitsa roz, coreada a todo pulmón por el público completo al unísono. Franceses, españoles, rusos y gente de todas las nacionalidades dándolo todo en un estribillo cantado en ruso. Este es el espíritu del heavy metal. Qué decir de Aria técnicamente… el veterano Vladimir Kholstinin y Sergey Popov completan un dúo inmejorable a las guitarras, Vitaly Dubinin y Maxim Udalov marcan las bases de forma casi inmejorable, y Mikhail Zhitnyakov cumple con creces la difícil misión de reemplazar al mítico Valery Kipelov a la voz. La forma de componer y el estilo sobre el cual dirigían su música hicieron que en su día se ganaran a pulso el sobrenombre de “los Iron Maiden rusos”. No en vano, y supongo que con un punto de mofa, cerraron el concierto versionando The trooper. Otra actuación que Aria nos dejan para la memoria.

  

Para terminar el festival, una buena fiesta en especial para los asistentes franceses. Sortilège, probablemente la banda más reconocida del heavy metal francés, se reunieron recientemente tras 33 años de inactividad. Después de debutar en el festival Keep It True y tocar por segunda vez en el festival Muskelrock de Suecia, llegó por fin el momento de que Sortilège tocasen en feudo francés por vez primera en más de tres décadas. Poco antes del concierto, el vocalista Zouille salía al escenario para hacer las últimas pruebas de voz y hacer que el ansioso público empezase a corear algunos de los más famosos himnos de la banda. Iniciaron la actuación con Marchand d’hommes, y rápidamente me di cuenta de que esta ocasión sería distinta a cuando los vi en el Keep It True: Bruno Ramos se encargó en solitario de la guitarra solista (Nickalus Bergen estuvo ausente), y Zouille no dispuso de la corista Lynda Siewicz para acompañarlo en las notas más agudas.

Por un lado, creo que esto último no jugó a favor de los franceses, ya que Zouille ni tan siquiera ataca aquellos agudos que hacían a Sortilège tan característicos, haciendo que muchas de las canciones no tocaran techo como lo hicieron en el festival alemán. Por otro lado, debo reconocer que la banda se sintió totalmente en su salsa, acompañada de su entregado público. Instrumentalmente sonaron mucho más sólidos, e incluso Zouille estuvo notoriamente más enérgico con las notas a las que llegaba y a la hora de moverse sobre el escenario. El repertorio volvió a ser un repaso de lo mejor de las tres publicaciones que Sortilège realizaron en los 80. Desataron una auténtica fiesta especialmente en D’ailleurs, Délire d’un fou, Mourir pour une princesse y, evidentemente, en el bis donde atacaron Chasse le dragon y Sortilège para volver completamente loco al público. Un concierto diferente al que vi en Alemania, no sabría decir si peor o mejor, pero al fin y al cabo una actuación que será recordada especialmente por los franceses que se acercaron a ver el regreso de sus hijos pródigos.

  

Rendidos a estas alturas, poco después nos dispusimos a dormir en nuestras tiendas de campaña mientras otros seguían la fiesta en el camping hasta altas horas de la madrugada. La edición de este año terminó siendo, tal y como apuntaban las expectativas, la mejor de todas a las que he asistido. Es todo un orgullo ver cómo un festival al que has asistido cada año desde su segunda edición ha ido creciendo poco a poco hasta convertirse en un pequeño monstruo, el cual pronto pedirá a gritos pasar a ser un festival de dos días. Es obligatorio para mí felicitar a la organización de Pyrenean Metal y a todas las personas que hacen posible la existencia y el constante crecimiento de este festival. No puedo tampoco concluir esta crónica sin antes hacer referencia al increíble clima de hermandad que se suele generar en este tipo de festivales, y que no fue una excepción en el presente. Este es uno de los principales motivos que me hacen ser asiduo a este tipo de eventos.

 

Crónica y fotos: Marc Paradell