MADRID – 17 NOVIEMBRE 2024
LA CUBIERTA DE LEGANÉS
ORGANIZA: Z! LIVE
Dream Theater es una de esas bandas de culto que siempre tendrá una fiel legión de seguidores; su estilo, complejidad y virtuosismo siempre obtendrá el beneplácito de músicos y amantes de la técnica, por eso, cada concierto de la banda suele llenarse de músicos de distinta condición.
Pero, ¿puede la vuelta del batería original Mike Portnoy revitalizar e insuflar un aire extra de popularidad a una banda ya de por sí reputada y querida? Visto lo visto, parece que sí, y es que La Cubierta de Leganés se llenó para disfrutar del 40 aniversario de la banda, 4 décadas sentando cátedra respecto del metal progresivo, los solos imposibles y esa intrincada complejidad compositiva tan marca de la casa.
Tras la intro y la espectacular caída del telón, llegó el «Metropolis Pt. 1» y el ansiado tsunami de musicalidad tan propio de Dream Theater, donde destacaba sobre una espectacular batería el retornado hijo pródigo de la batería Mike Portnoy, un tipo que hay que dejarlo claro, borda lo suyo y exuda carisma y simpatía.
Y es que el resto de la banda, impecable y super pulcra desde el punto de vista técnico, es poco expresiva, se salva un poco un James LaBrie, que como vocalista tiene que encargarse de ganarse poco a poco al público. Petrucci clava las seis cuerdas, su guitarra siempre suena perfecta, Myung, es tan estático como implacable con su bajo, y Jordan Rudess se encarga de poner un toque visual extra con un teclado espectacular donde un borde de leds proyecta un piano en movimiento o las ondas musicales…
«Act I: Scente Two: I. Overture 1928» y «Act I: Scene two: II. Stranbe deja vu» fueron las siguientes en sonar, seguida de «The Mirror», «Panick Attack» y «Barstool Warrior», todas cortadas por el patrón de la excelencia y eso que un recinto como La Cubierta no es el escenario más propicio para sonar limpio, pero pese a las evidentes deficiencias del lugar, el sonido de Dream Theater fue de lo más digno.
Tres grandes pantallas de fondo iban proyectando distintas animaciones que servían de apoyo a las verdaderas protagonistas de la noche, composiciones como «Hollow Years» -muy aplaudida, «Constan Motion» o el atronador «As I Am» con el que emprendieron una primera retirada y descanso de 20 minutos.
Este tipo de parón no suele jugar a favor de mantener la intensidad del público, menos mal que la vuelta con «Nigth Terror» fue potente e ideal para borrar de un plumazo la posible desconexión de la gente, a la que también ayudó un LaBrie muy implicado, por cierto, que es el integrante que más le cuesta estar a la altura a medida que avanza el show, su voz no es la que era, no llega a los registros que llegaba hace años, se ahorra partes exigentes y en la parte final del concierto se notó bastante más apagada.
Para los no fanáticos, la música de Dream Theater puede llegar a hacerse un poco de bola, tanto virtuosismo puede llegar a abrumar, pero hay que reconocerles que lo clavan. «Under a Glass Moon», «This Is The Life», «Vacant», «Stream of Conciusness» y «Octavarium» fueron las siguientes olas de un tsunami, que completaron tras una rápida retirada con «Act II: Scene Six: Home» «Act II: Scene Eight: The Spirit Carries On» y la explosión final en forma de ese mítico «Pull Me Under» que no puede faltar en una actuación de Dream Theater.
40 añazos de carrera, casi nada. Que sigan.
S.A. Sánchez
Fotos: Juan José Díez