IRON MAIDEN – SENJUTSU
PARLOPHONE RECORDS
8/10
No cabe duda de que, cada vez que Iron Maiden publique un nuevo disco, el mundo del heavy metal se va a paralizar. Son de las pocas bandas que se han ganado a pulso el derecho a que esto ocurra y sin embargo, sus nuevos lanzamientos llevan (bastante) tiempo suscitando la misma polémica en torno al mismo elemento: el estilo compositivo a base de temas largos que incluyen una gran cantidad de matices progresivos. Antes de abordar lo que Senjutsu ha dado de sí, debo hacer una pequeña reflexión previa: no hay ocasión en la que no escuche el típico comentario de “esto no es Iron Maiden, ya no suenan como en Powerslave o The number of the beast”. Me pregunto: ¿Deben sonar así casi cuatro décadas después? ¿Es justo y/o adecuado medir los nuevos discos de la doncella con la misma vara y parámetros con la que se mediría en su día Powerslave? Iron Maiden publicaron su primer disco en 1980, hace ni más ni menos que 41 años, y por lo menos desde el año 2000 con Brave new world se han dedicado a componer en esta línea estilística (y digo “por lo menos” ya que en los discos anteriores con Blaze Bayley se apreciaban indicios de esta evolución, por no hablar de temas de su era dorada como Rime of the ancient mariner o Seventh son of a seventh son).
Esto significa que, técnicamente, Iron Maiden llevan ya 21 de estos 41 años componiendo así, la mitad de su carrera. ¿Tiene algún sentido decir que “esto no es Maiden” cuando ya la mitad de su carrera se basa en esta etapa progresiva? Creo que, nos guste o no, debemos darle relevancia y valor a lo que esta etapa representa, pues descartarla y quedarnos solamente con las obras antiguas de la doncella nos hace apreciar un porcentaje realmente bajo del total de su carrera, si bien es lógico que siempre se les dé un mayor peso a aquellos álbumes tan excelsos. Queda claro que las canciones de 10 minutos o más no son aptas para cualquier oído y que por ende Senjutsu se hará pesado y difícil de desgranar para muchos, incluido yo. Dejando de lado esta obviedad, el nivel compositivo de la doncella no deja de ser asombroso (¡faltaría más!) y en este nuevo disco exploran algunos terrenos poco frecuentados por ellos mismos.
En la misma Senjutsu, que abre el disco, apreciamos unos Iron Maiden en una tesitura especialmente épica y batallera, pero también con un punto notoriamente exótico. Nicko McBrain allana el terreno con lo que de buenas a primeras nos parece un sonido lejano de tambores, sobre el cual terminan planeando los riffs del trío Smith/Murray/Gers y la narrativa performance de Bruce Dickinson. Todos los elementos parecen orquestados expresamente para hacer énfasis en este matiz exótico, llevado en volandas por las batallas de samuráis que explica la letra, por las épicas melodías del estribillo y por la instrumentación que cede una importante cuota de protagonismo al teclado, omnipresente acompañando los riffs de guitarra al unísono.
Si bien el disco lo abre una canción de 8 minutos bastante lenta, la que le sucede va por otra dirección. En concreto, por el ya tradicional cabalgar marca de la casa de la doncella y por claras reminiscencias a Powerslave (mira por dónde, lo que muchos detractores pedían a gritos…). Se trata de Stratego, canción esta vez cortita en la que Steve Harris empieza a lucirse de verdad a las cuatro cuerdas (se marca un impresionante puente) y en la que seguimos viendo los elementos distintivos de este nuevo álbum a revoluciones más elevadas: las altas dosis de épica proporcionadas por las letras y por la entonación operática de Dickinson, junto con el acompañamiento del sintetizador.
Pero para diferente, lo que llega a continuación. El que fue el primer adelanto, The writing on the wall, deja entrar una sorprendente oleada de rock sureño y hard rock que se armoniza a la perfección con las melodías propias de la doncella. Lynyrd Skynyrd meets Iron Maiden. Ojo, que aquí también llegan muchos otros detractores de turno a despotricar de que suena distinto. Para mejor comprensión, léase la fábula del niño, el anciano y el burro… Fuera de ello, destacar esta incursión en terreno inexplorado, así como el gran solo de guitarra y, como no, el espectacular videoclip con el que presentaron la canción, quizás el más elaborado y creativo que haya grabado Iron Maiden en su carrera.
Lost in a lost world nos recibe de forma gentil, con una simple rueda de acordes tocada con guitarra acústica, acompañada de unos coros que hacen de esta larga intro un momento realmente hechizante y místico. Poco después, despegan con toda su pomposidad, imponiendo su grandeza. Un tema largo (9 minutos y medio) ideado y compuesto como no por Steve Harris, una canción para perderse en la majestuosidad de la doncella, saboreando paso a paso sus distintas facetas. Nuevamente, el tema muere retomando el hilo etéreo con el que empieza, cerrando así el círculo de forma magistral. Pasamos por la efímera, pero no menos interesante, Days of future past. Una composición de aire apocalíptico, mucho más directa y fácil de digerir, pero que mantiene una atmósfera inquietante que logra atrapar al oyente, nutrida especialmente por los pasajes casi operáticos de Dickinson, los teclados y, por encima de todo, esas etéreas notas de guitarra que van sonando de fondo durante el riff principal.
Con The time machine volvemos al misticismo gracias al suave punteado de la intro, la cual nos conduce a unos minutos de cierta densidad hasta que finalmente hace acto de presencia el cabalgar y las rápidas melodías típicas de Maiden, gracias a las cuales la canción adquiere mucha más fuerza. A partir de aquí vemos progresar la canción por diversas facetas y perdiéndose entre múltiples solos, hasta que termina encontrándose en el mismo punto de partida y muere lentamente, tal y como otros temas anteriores. Como ya conocemos sobradamente, la temática histórica es marcadamente recurrente en las letras de la doncella, así que no nos sorprende que Dickinson y Smith compusieran una nueva canción basada en la segunda guerra mundial. Así es, Darkest hour está basada en los momentos más difíciles por los que pasó Winston Churchill durante el sangriento conflicto, de forma muy épica y emotiva. Dickinson convierte la canción en toda una poderosa balada, rindiendo un sentido y extenso culto al personaje. Mención aparte para el precioso solo de guitarra que se marca Smith.
Aviso para navegantes: a partir de aquí, la cosa se vuelve mucho más rebuscada. Resta todavía más de media hora de disco, dividida en tres canciones que superarán los 10 minutos de duración. Como ocurre en tantos otros temas de Senjustsu, la tranquila intro de Death of the celts roza lo espiritual. El punteado progresa en una marcha de carácter épico, permitiendo a Dickinson explicarnos la historia del pueblo celta a punto de sucumbir. Las guitarras eléctricas no tardan en aparecer y densificar la atmosfera, y la composición de Steve Harris vuelve a relucir virtuosidad y complejidad por los cuatro costados por medio de un entramado de pasajes musicales que se extiende durante más de 4 minutos. En este espacio de tiempo escuchamos al mismo Harris luciéndose al bajo, en su salsa, múltiples riffs y solos de guitarra y la inclusión de elementos sinfónicos que ensalzan la intrínseca épica de la canción.
Nos enfrentamos, ahora sí, al tema más extenso del álbum, de título The parchment y que ocupa 12 minutos y medio. Arranca con un ciertamente exótico punteado introductorio, sobre el cual prosiguen los toques sinfónicos. Repentinamente explotan las guitarras eléctricas y la batería con unos amenazadores riffs melódicos, los cuales serán la tónica principal de esta nueva composición de Harris y llevarán la ambientación épica a territorios más oscuros. Un pasaje a destacar en mi opinión sería el que aparece a mitad de canción, donde la melodía vocal de Dickinson es acompañada al unísono por un solo de guitarra, así como la forma en la que termina desembocando en los siguientes puentes instrumentales. Entiendo que tras una gran cantidad de canciones largas gran parte del público se sienta sobrecargado a estas alturas, pero si uno se para a escuchar los temas detenidamente, con mucha calma, no puede si no terminar admirando el sublime nivel compositivo de estas obras.
Como gran colofón, nos topamos con Hell on earth, destinado automáticamente a ser una de las mejores canciones del disco (si no la mejor). Hay que decir que Steve Harris utiliza una esquemática muy similar al componer muchos de sus temas, y aquí en Senjutsu lo apreciamos claramente. No pueden faltar unos compases iniciales muy tranquilos, basados en suaves punteados de guitarra, pero que invocan una atmosfera que solo músicos de su talla pueden recrear (y le funciona en casi la totalidad de las ocasiones). Quizás en este caso se alarga demasiado, pero el estruendo acaba apareciendo con fuerza arrolladora, a través de un pasaje instrumental que deja ya entrever las maravillosas melodías vocales que Dickinson terminará entonando de forma magistral, envolviéndolas de toda la emotividad que la canción requiere. Y por supuesto, no va a fallar. El resto de pasajes no hacen si no corroborar lo que he dicho anteriormente: la calidad es simplemente abrumadora y si son una de las más grandes bandas de heavy metal de todos los tiempos, es porque canciones como esta llevan su firma.
Debo confesar que mi primera escucha de Senjutsu se me hizo dura. Llegué a las últimas canciones casi renqueante y mi atención poco a poco incluso desatendía la música. Sin embargo, sí pude apreciar desde un primer momento la grandeza compositiva de lo que estaba escuchando, con lo cual segundas y terceras escuchas me han permitido ver un poco más allá y apreciar este nuevo trabajo de la doncella en su esplendor. El truco que me ha permitido saborearlo mejor ha sido escuchar las canciones y analizarlas por separado, con detenimiento, prestándole a cada tema la atención que merece. Recomiendo encarecidamente que los muchos escépticos hacer el mismo ejercicio, pues Iron Maiden nos ha brindado un gran disco. Han derivado su tónica hacia la épica y la emotividad, lejos de la agresividad imperante en su época dorada, pero que con los oídos adecuados es igualmente conmovedora y, por supuesto, válida. Sí, señores, esto también es Iron Maiden.
Marc Paradell