Max Metal

CRÓNICA: El regreso de MAREA llega a Zaragoza por todo lo alto. (Mayo 2019)

MAREA +Vuelo 505

Pabellón Príncipe Felipe

25 de Mayo de 2019

Si ha habido una noticia esperada y deseada de este 2019 esa ha sido el regreso de Marea, que no solo anunciaban gira, si no que además venían con un nuevo disco bajo el brazo. El Azogue ha sido la excusa perfecta para esta nueva vuelta 8 años después que, por lo que parece, está siendo todo un éxito.

Si algo caracteriza a los de Berriozar son sus voces cazalleras, su rock poético y su largo y reconocido trayecto musical, y eso fue lo vivimos el sábado por noche en el Pabellón Príncipe Felipe, que poco a poco fue llenándose hasta prácticamente el sold out, con miles de voces coreando eso de «Mareeea aaaa». Pero antes de ellos, como harán durante varias fechas más, abrían la noche Vuelo 505, una banda de rock con influencias del folk y la música latina procedente de Logroño (La Rioja), y formado por Rubén Fernández (guitarra y voz), David de la Fuente (guitarra), Chema García (bajo) e Iván “Butch” Fernández (batería).


Aprovechaban la noche para presentarnos su nuevo trabajo No hay historias de fracaso por lo que saltaron al escenario a ritmo de Con el viento a favor, pero del que también pudimos escuchar temas como Una casa en ruinas, Desaprender lo vivido, Las arrugas de mi voz, En la farmacia de ChelseaMe asustan las despedidas, aunque también nos dejaron escuchar algún tema de su primer disco Turbulencias, publicado en 2015, como Estamos muy bien.


Sonaron a la perfección, algo que nuestro oído agradece, ya que no es habitual que las bandas teloneras lleguen a sonar tan bien; demostraron una muy buena técnica, con sus ritmos suaves y bastante pegadizos, que por desgracia no terminaron de enganchar al poco público que habían llegado a tiempo a la cita, ya que el groso comenzó a concurrir el pabellón pasada la mitad de su actuación. Esto fue sin duda lo que más echamos en falta, la conexión de la banda con el público, ya que, a pesar de los muchos intentos de Rubén no consiguió crear ese vínculo tan especial músico-audiencia, imprescindible para terminar de redondear una gran actuación. Si bien es cierto que la banda reflejaba la actitud fría del público, manteniéndose bastante estáticos y con interacciones cortas, o quizás era el público quien reflejaba la actitud de la banda. El caso es que la cosa no terminó de cuajar y el Vuelo 505 no llegó a despegar la noche del sábado.

Después de casi una hora de espera, con los telones en los que la mítica calavera vestía el escenario y con la gente inquieta, pero con muchas ganas de disfrutar de una banda que ha sido referente del rock en nuestro país, los de Berriozar saltaban al escenario y lo que nos traían esa noche era una ruta por todos sus mejores época entremezclada con la frescura de los nuevos temas. Y así empezamos, En las encías, El temblor y, con un breve saludo por parte de Kutxi Romero al público, prometiendo no tardar otros 8 años en volver a tierras mañanas, La noche de viernes santo, todas ellas del nuevo trabajo El Azogue y todas ellas, para mi sorpresa acompañadas por gran parte del público.


Mierda y cuchara ponía a todo el pabellón de pie, que aunque se les notaba con ganas, aún necesitaban calentarse un poco. Entre tanto sobre el escenario Kutxi Romero añadía guiños a los temas, El piñas no paraba quieto, algo que no hizo durante todo el concierto tampoco, y Kolibrí y Cesar, mano a mano, rasgaban las seis cuerdas orquestados, todos ellos, por los impetuosos golpes de la batería de Alen. Contaron durante toda la noche con un sonido impecable, donde pudimos disfrutar de cada una de las partes en los momentos precisos, y además, todo ello revestido por una deliciosa puesta en escena que, aunque con un escenario bastante limpio, que solo contaba con un gran telón trasero y dos paneles más laterales con el logo de la banda, las luces aportaban el toque perfecto en cada momento y las grandes pantallas laterales iban retransmitiendo en directo lo que pasaba encima y bajo el escenario.

 
Volvemos al nuevo trabajo para disfrutar de Muchas lanzas, tras la que Manuela canta saeta hizo taconear hasta al mismo Kutxi Romero. Presentaban el siguiente tema como «una canción que hicimos anoche el Kolibrí y yo, y la vamos a cantar ahora mismo. Se parece a otra que ya tenemos… A ver si os suena…» y los primeros acordes de Corazón de mimbre, acompañados por unas luces amarillas y con una melodía y tonos de voz algo diferentes a la del tema original, pusieron el toque romántico a la noche.

Para Mil Quilates llamaron al escenario a un Evaristo que no apareció pero que fue imitado, y muy acertadamente, por Kutxi, que de nuevo demostraba su desparpajo y sus tablas sobre escenarios. A pesar de los años, el alcohol y el tabaco encontré a una banda en muy buena forma, con algunos arreglos nuevos para que a Kutxi no le supiera la boca a sangre, como el mismo dijo en mas de una ocasión, pero mucho mejor de lo que espera, sinceramente.


Que se joda el viento fue uno de los momentos más cantados de la noche, y es que con solo oír a Kutxi advertir a la sirena que se ponga «el moño apretao» la gente no necesita más, de hecho creo que, si no siguiera cantando y dejara al público el micrófono, como Halford hacía estos años atrás con Breaking de Law, el pabellón la cantaría sin una falta.

Volvemos a las nuevas para escuchar Hierro sin domar, con uno de los compañeros del staff arrastrado al escenario para unirse a los micros, Pecadores, en al que Kutxi deja a los mandos y la voz al Piñas, al igual que el disco y Jindama, para mí una de las mejores de este nuevo trabajo, a la que precedió la mítica Trasegando. Vivimos el momento más emotivo con Pájaros Viejos, dedicada al padre de Kolibrí, la «balada» del nuevo disco, tras la que el guitarrista abrazó al cantante en señal de gratitud. Y con Ocho mares terminábamos de escuchar en directo todos los temas nuevos, a falta de Copla del precipicio, que esta noche no sonó.


Para La luna me sabe a poco llamaron al escenario a Rubén de Vuelo 505 que me sorprendió gratamente esta vez ya que, con bastante más naturalidad, interpretó el tema, conectando con la gente y con una banda que no era la suya, algo que, como ya hemos dicho, echamos en falta durante su actuación.

La banda ya se iba despidiendo, y es que llegábamos casi a las dos horas, pero no sin antes hacernos disfrutar de En tu agujero, La rueca y Preparados para el Rock and Roll de Los Suaves, para la que contaron con Kako «la persona que más conciertos ha visto de los Suaves» según el propio Kutxi, del cual se despidió diciendo que por fin había encontrado «alguien que canta peor que yo». Antes de esta última el propio Kutxi Romero tuvo palabras de agradecimiento para todos los presentes que incluyó una presentación de todos los miembros de la banda y parte del staff, al cual hizo subir al escenario. Un bonito momento de reconocimiento a todas esas personas que, detrás del escenario, hacen posible que todo pase y a las cuales no solemos poner cara casi nunca.


Las primeras e inconfundibles notas de un bajo anunciaban Bienvenido al secadero que junto al Romance de José Etxailarena hacían de primero bises. Pero por mucho que Marea dejaba el escenario no podían despedirse sin las dos joyas de la corona: El perro verde, que hizo a Kutxi bajar del escenario y hacer cantar a las primeras filas y Marea coreada todos a una por el publico que abarrotaba el Pabellón Príncipe Felipe.

Cuando una banda como Marea anuncia se toma un descanso muchos sueñan con su regreso, y así lo está demostrando el público en cada concierto de la gira, llenado pabellones y grandes recintos y transmitiendo todo el calor hacia el escenario. El regreso de Marea no ha sido algo discreto, todo lo contrario, cuenta detrás con una producción excelente que nada tiene que envidiar a grandes bandas internacionales, y con un staff que cuenta desde con técnicos y montadores hasta seguridad propia, fotógrafos y cámaras. Y aunque Kutxi se empeñe en advertirnos que disfrutemos de cada uno de los conciertos porque posiblemente esta gira sí sea la última, nosotros no nos cansaremos de esperar nuestro sueño despiertos… 

Redacción y fotografías por Irene Kilmister.

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