KEEP IT TRUE XXII
LAUDA-KÖNIGSHOFEN (Alemania) – 26 Y 27 DE ABRIL 2019
TAUBERFRANKENHALLE
Llega un punto en el que, pese a la enorme oferta festivalera que tenemos en nuestro país, a uno le sale la vena de irse a un festival extranjero a explorar y presenciar rarezas y joyas escondidas/perdidas que nuestro género musical es capaz de ofrecernos, en lugar de repetir continuamente las mismas bandas de siempre, sobreexplotadas hasta la extenuación. El festival alemán Keep It True es uno de los lugares idóneos para hacerlo. Para el amante del heavy metal más purista y de la vieja escuela, el Keep It True es como un pequeño paraíso y un lugar de peregrinación casi año tras año, donde se reúne gente venida de diversos rincones del globo. Para mí y para mis dos acompañantes era todo un sueño podernos acercar hasta el pequeño pueblo de Lauda-Königshofen (situado a una hora y media en coche de Frankfurt) para disfrutar por fin de nuestra primera experiencia en este reconocido evento.
El recinto que aloja el festival es un polideportivo de nombre TauberFrankenHalle, situado en la misma entrada del pueblo junto a la carretera principal. Antes de sobrepasarlo, un extenso campo de hierba sirve como aparcamiento para los coches y también como zona de acampada para los más valientes (qué frío hacía allí por la noche…). Nada más dejar nuestro coche a eso de las 10 de la mañana ya pudimos palpar un ambiente totalmente distinto a cualquier gran festival al que hayamos ido: chalecos de parches por doquier, cada uno equipado con parches de bandas de las cuales uno ni se imaginaba que podría existir un parche a la venta, la gran mayoría de gente llevando la vestimenta propia del heavy de antaño, música sonando desde casi cada coche con el maletero abierto y muchos empezando ya la fiesta de buena mañana. En cierto modo el ambiente rememoraba aquel documental de mediados de los 80 llamado Heavy metal parking lot. Todo un oasis de la vieja guardia de nuestro género llevada al día de hoy. La cosa prometía.
Después de un buen desayuno en un bar cercano (el cual iba a hospedar la postparty del evento) nos colocamos a la cola para poder obtener las pulseras. A pesar de que se retrasó la hora de apertura y de que para colmo empezó a llover (la tónica del tiempo fue esa durante ambos días, desgraciadamente), finalmente pudimos recogerlas y nos dirigimos a uno de los puntos calientes del festival antes del inicio de las actuaciones: la carpa de merchandising situada justo detrás del polideportivo. Aparte de poder obtener ya las entradas de la edición del año siguiente, y de poder recoger una especie de tarjeta de crédito recargable que servía para pagar las consumiciones (una idea francamente muy práctica), este mercadillo era de otro nivel en cuanto a la oferta de vinilos, CDs, camisetas, parches y casi cualquier artículo imaginable. Todo el mundo que vaya al Keep It True tiene una parada obligatoria en la carpa para poder ojear las múltiples rarezas que sólo se dejan ver allí y en muy pocos sitios más.
Entonces sí, hora de entrar para el primer concierto. La joven banda Sabïre se encontraba ya en plena actuación cuando entramos, pero pudimos ver gran parte de su excelente actuación. Los australianos presentaron su primer y único EP, llamado Gates ajar, dejándonos caer todas las perlitas de este jugoso debut. Daemons calling, por encima del resto, sonó inmejorable, así como Make me shiver o Slave to the whip. También hubo lugar para la presentación del nuevo tema I’m a rock, el cual será incluido en su próximo álbum. La banda se defiende tremendamente en directo y no se amilanó un ápice ante la magnitud del festival. Practican un estilo muy influenciado por la NWOBHM, pero a la vez mezclado con un toque del hard and heavy americano de los 80. Sólo hace falta ver las pintas del cantante y guitarrista Scarlett Monastysrki para comprobar a lo que me refiero: parece casi un calco de Blackie Lawless en sus buenos tiempos con WASP. Nada mal para inaugurar el festival.
Poco después les sucedían otra de los jóvenes diamantes que la cantera del heavy metal clásico nos está ofreciendo en los últimos meses. Los canadienses Traveler, armados de pura potencia y ganas de comerse a un público que tenían a tiro de pistola tras el éxito de su álbum debut, tomaron el relieve a sus compañeros para seguir demostrando que las formas más puras del género siguen dando mucho de sí. Arrasando de inicio a final, los canadienses pusieron la directa con Behind the iron y Street machine para no bajar el pie del acelerador prácticamente en ningún momento. Desgranaron casi íntegramente el material de su mencionado álbum, el cual gozó de una enorme recepción también en directo por parte del público. Habiendo debutado de esta manera, pasar en modo apisonadora por el festival dónde casi cada asistente es un potencial fan es lo único que les faltaba a estos jóvenes para irrumpir de pleno en el panorama. La poderosa voz de JP Abboud estuvo muy a la altura de las circunstancias, e instrumentalmente no hay mucho más que añadir: todo casi a la perfección. Destacaron mucho Mindless maze y Fallen heroes entre otras, y dejaron su actuación en el punto álgido con Starbreaker. Ojito a esos muchachos…
La siguiente banda de la que pudimos gozar fue Cities. Un concierto la mar de especial, pues se trataba del primer concierto de la banda americana 32 años después de su separación. Muchos conocerán a Cities por haber sido el proyecto paralelo de A. J. Pero, el ya fallecido batería de Twisted Sister, pero esta “reunión” tenía a priori pinta de descafeinada al contar solamente con uno de los miembros originales, el bajista Sal Italiano, la cual cosa fue motivo de cierta controversia en los meses anteriores al festival. Sin embargo, a veces las cosas no son lo que aparentan, y el regreso de Cities terminó siendo una agradable sorpresa. La reformada banda interpretó, como era de esperar, su único álbum Annihilation absolute en su totalidad, y además lo hicieron casi bordándolo: todo sonaba increíblemente acompasado, nada se salía de su lugar, y el vocalista entonaba las letras de forma excelente. Stop the race y Cruel sea entre tantas otras fueron tremendamente bien recibidas, además de la sorprendente versión de Heaven and hell que se marcaron.
Llegó el turno para lo que pintaba como uno de los principales caramelitos del festival: el debut europeo (después de más de tres décadas de carrera) de los japoneses Anthem, los cuales podrían ser descritos como la banda por excelencia del heavy metal japonés con el permiso de Loudness. Puedo afirmar que se trató de uno de los momentos más brillantes de toda la edición. Perfección musical de principio a fin y una arrolladora presencia en el escenario caracterizaron el directo de los nipones. Cuando ya de inicio te salen con uno de sus temas más emblemáticos, Bound to break, sabes que la cosa no puede empezar mejor. Y nada decayó hasta el final del concierto. A pesar de que pasaron muy de puntillas por sus dos primeros álbumes (solamente cayó Wild anthem, eso sí, como perfecto colofón final), gran parte del repertorio se basó en sus publicaciones más clásicas y emblemáticas. No faltaron Gypsy ways, Hunting time o Headstrong, y del mismo modo también tuvieron tiempo para material más reciente como Black empire o Awake. El público enloqueció literalmente con la enorme calidad que Anthem demostraron a todos los niveles, ensalzada por un sonido impecable. Después de su reciente fichaje por Nuclear Blast y de su casi inmejorable debut en Europa, me encuentro convencido de que no tardarán en dejarse caer nuevamente por aquí. El heavy metal japonés de los 80 sigue siendo, a día de hoy, un mercado muy jugoso que explotar pero que se ha mantenido durante décadas en un papel discreto. El festival Keep It True parece que se ha puesto las pilas en ello, pues de cara a la edición del año que viene ya se han anunciado 4 bandas niponas: Loudness, Sabbat, Metalucifer y Genocide Nippon.
Pasado el increíble espectáculo de Anthem llegó el turno para otro tipo de espectáculo. En este caso, uno bastante más nefasto y protagonizado por el vocalista de los renovados Agent Steel, John Cyriis. O mejor dicho, protagonizado por la ausencia del mismo. Al entrar nuevamente al recinto inmediatamente nos olimos que algo iba mal, pues las caras de circunstancias de los instrumentistas dando vueltas por el escenario lo decían todo. Llega la hora prevista y el señor Cyriis no aparece. Considerando los antecedentes y la historia del vocalista y los rumores que rodeaban este concierto debido a las múltiples cancelaciones de fechas de Agent Steel en Holanda y España en la misma gira, el público no tardó en mosquearse. Tanto fue así que pronto se escucharon los primeros silbidos, que se convirtieron en serios abucheos al ver que nada ocurría. La confusión se apoderó de la situación, nadie sabía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo. A eso de los 45 minutos de retraso, y con el respetable coreando el nombre de Aria para que salieran a tocar (lo nunca visto), uno de los organizadores del festival salta al escenario para comunicar que John Cyriis se encontraba en un atasco y que llegaría lo antes posible. Obviamente el comunicado no sirvió para calmar la indignación, y los abucheos y palabras gruesas dedicadas a Cyriis siguieron en crecida.
Una hora y media después, todo sigue igual. Entre mis compañeros y diversos conocidos dábamos el debut de los nuevos Agent Steel por perdido y tirábamos de ironía para sobrellevar la extraña situación: “vaya conciertazo, madre mía”, “no sé, a mí me han faltado algunos temas”, “debe de haber un atasco de ovnis para entrar a la Tierra” (quien conozca las excentricidades del señor Cyriis respecto a los aliens entenderá el chiste)… Y entre lindeza y lindeza, de repente aparece un hombre menudo en el escenario, vistiendo un gorro negro y unas gafas de sol que hacían muy difícil reconocerlo, y a partir de allí la situación se desencalla. Agent Steel empezaron (por fin) su ansiada actuación con Unstoppable force. De entrada, hay que decir que John Cyriis conserva su característica capacidad de realizar aquellos tremendos agudos que sellaron antaño el estilo de Agent Steel y del speed metal en general, pero me pareció que carecía del punto de control idóneo para que le salieran 100% bien proyectados. La banda realmente hizo lo que pudo. Seguramente aún desconcertados por tener que debutar con Agent Steel en estas condiciones, intentaron hacer su labor de plasmar las arrolladoras composiciones de la banda con un resultado quizás mejorable. El vocalista se disculpó por su tardanza (mientras la mitad del público lo abucheaba o incluso le dedicaba sendas peinetas) y atacó inmediatamente con Taken by force. Entre tema y tema, Cyriis empezó a soltarnos unos discursitos raros sobre cómo “nos observan” y no sé qué barbaridades más… La cuestión es que perdió bastante tiempo entre discurso y discurso, de forma que su actuación terminó durando unos escasos 25 minutos en los que interpretó un total de 6 canciones. Al menos sonó lo más imprescindible: Bleed for the godz, Guilty as charged y una Agents of steel que, como era de esperar hizo enloquecer al público. Resumido en pocas palabras, un auténtico esperpento, pero visto lo visto ya nos podemos dar con un canto en los dientes por haber visto a Cyriis con Agent Steel aunque no llegara ni a media hora.
Pasado el vendaval, volvimos a ponernos serios con una banda que desde luego no se anda con tonterías. Venidos desde Rusia, donde son una de las bandas de heavy metal más representativas desde tiempos aún de la Unión Soviética, Aria estaban predestinados a ser una de las bombas del Keep It True desde el mismo momento en el que fueron anunciados. Y así fue. A pesar de estar acostumbrados a llenar grandes estadios en su país de origen y a realizar espectáculos de muy bella factura, los rusos supieron adaptarse de forma idónea al formato del festival, asumiendo humildemente su rol de banda de culto en el extranjero pero a su vez retroalimentándose de un público entregado desde el primer momento. Uno se hace fácilmente a la idea de por qué siempre se les ha llamado los “Iron Maiden rusos”. Qué perfecta combinación de melodías y de contundencia a pares iguales! Ambos guitarristas dieron toda una master class de increíbles riffs, solos y melodías de guitarras gemelas armonizadas casi a la perfección, además de que el actual vocalista Mikhail Zhitnyakov hizo que no echáramos de menos al antiguo cantante Valery Kipelov. A pesar de que el repertorio quizás acabase siendo un tanto mejorable (me faltaron temas de su ópera prima Mania velichia, de la cual sólo cayó su famoso hit Torero, y tiraron mucho de material de finales de los 90 en adelante), tocaran lo que tocaran sonaba tan cerca de la perfección que no había un segundo para aburrirse. Antichrist y Na sluzhbe sili zla fueron excelentemente bienvenidas, pero se dejaron lo mejorcito para los últimos compases, en un bis que resolvieron con el trepidante clasicazo Geroy asfalta y la imprescindible Ulitsa roz. Y para culminar su despedida, qué mejor que poner como outro Mania velichia y que casi todo el público la empiece a corear a todo pulmón. A pesar de que faltaba un día de festival y muchas cosas por ver, todos estábamos de acuerdo en que Aria ya se habían reservado un puesto en el “podio” de esta edición. Qué bolazo!
Casi sin tiempo para asimilar lo que habíamos visto con Aria y con el cansancio empezando a hacer mella en nuestras piernas, llegó el turno para dar la más épica despedida a Mark Shelton de Manilla Road, fallecido el pasado 27 de julio después de un concierto precisamente en Alemania. Mucha gente había criticado el hecho de que un concierto de homenaje fuese uno de los cabezas de cartel del festival. Sin embargo, tratándose de una figura tan sumamente importante como la de Mark dentro de este movimiento, pocos por no decir nadie se lo merecían más. La actuación, planteada a modo de banda “all star” con diferentes invitados de lujo, dio inicio justo con la canción que yo daba por hecho que sería la última: Necropolis, el principal himno de Manilla Road, el cual fue interpretado curiosamente por el ex batería de Manilla Road Randy Foxe a la guitarra. A partir de allí, degoteo constante de diferentes invitados como Jake Rogers (visigoth), Deathmaster (Doomsword), Jarvis Leatherby (Night Demon, Cirith Ungol), Marta Gabriel (Crystal Viper) o Alexx Stahl (Bonfire), quienes interpretaban conjuntamente con Bryan Patrick. El repertorio, de 24 canciones y 2 horas y media de duración, fue todo un “greatest hits” de Manilla Road, su repertorio soñado. Hubo momentos de todo, más pasajeros y más emotivos, pero los minutos que se llevaron la palma fueron, para mí, cuando la anciana madre de Mark Shelton salió al escenario para agradecer el apoyo del público, y seguidamente se interpretaron Mystification, Dragon star y The ninth wave consecutivamente; lágrimas brotaron inevitablemente de mis ojos durante minutos mientras coreábamos las épicas y emotivas letras. Quizás el homenaje terminó haciéndose un pelín largo, y que nada suena a lo mismo sin la pura magia que Mark realizaba cada vez que golpeaba las seis cuerdas, pero hay que reconocer que fue un trabajo impresionante para todo este conjunto de músicos aprenderse tantas canciones para un único concierto y que todo sonara tan correcto. Como he dicho, se encargaron de que no faltara casi ni un tema destacado en el repertorio, de forma que todo resultó en un homenaje muy bien logrado para decir el último adiós a Mark Shelton y poner punto y final a la trayectoria de esta maravillosa y tan especial banda que es Manilla Road. Cerraron con el último tema que Mark Shelton tocó con la banda, Heavy metal to the world, desatando la fiesta.
A pesar de lo planchados que nos dejó la noticia de que Candlemass no podrían encabezar el segundo día de festival debido a que la huelga de pilotos en Escandinavia dejó a la mayoría de sus miembros en tierra, no nos podíamos quejar de todo lo que nos había dejado el primer día. A destacar, sobre todo, las actuaciones de Anthem y Aria junto con la pardísima liada de Agent Steel como lo más remarcable de la jornada. Exhaustos, nada más salir del festival fuimos a descansar al apartamento, pues el día siguiente se prevenía también extremadamente intenso.
Crónica y fotos: Marc Paradell