KISS + MEGADETH
MADRID – 8 JULIO 2018
WIZINK CENTER
Sobredosis de iconos la vivida en Madrid en los últimos días (y los que vienen); en poco más de 7 días hemos tenido la posibilidad de ver a unos cuantos de los tótems sagrados del rock y el metal como Judas Priest, Ozzy Osbourne, Guns n’ Roses (en el Download Festival), y ahora Megadeth y Kiss. Esta geri-avalancha acabará el sábado 14 con el macroconcierto de Iron Maiden en el Wanda Metropolitano.
Teniendo en cuenta la acumulación de eventos en tan poco espacio de tiempo, y la masiva afluencia a todos ellos, queda clara la vigencia, la fuerza y el poder de convocatoria de los grandes clásicos del Rock n Roll.
Los conciertos empezaron con retraso debido a que el escenario de Kiss (que venía desde el Rock Fest Barcelona) llegó más tarde de lo esperado, siendo los grandes damnificados los franceses The Blacmordia que vieron suspendida su actuación para que el resto de horarios sufrieran lo mínimo posible.
MEGADETH
Con unos 20 minutos de retraso, Dave Mustaine y los suyos comenzaron con todo lo alto con «Hangar 18», todo un hit con el que decir, «aquí estamos», y hacer olvidar la larga espera. Música potente, y sonido mejorable en cuanto a la voz, que afortunademente se solucionó a medida que avanzaba el concierto. «The Treath is Real» y «The Conjuring», sonaron mejor, y pudimos ver a unos Megadeth rindiendo a buen nivel.
Mustaine con su pose típica, pelazo mediante, y esa actitud de tan mala leche que ya es marca de la casa, y eso sí, acompañado magistralmente por una banda muy solvente, donde destaca un Kiko Lourerio que parece haberse adaptado a la perfección a su nueva banda. Por cierto, su actitud más risueña y simpática no pega mucho con la cara de pocos amigos de Mustaine, pero lo que importa, su desempeño a las seis cuerdas, es sobresaliente, lo mismo ocurre con el ilustre Ellefson al bajo.
Lamentablemente, no pudimos ver más, ya que la logística en cuanto a la fotografía nos obligó a abandonar el recinto para luego entrar a Kiss, pero lo visto en esos tres temas, no desentonó con lo esperado, aunque el sonido podría haber sido un poco más limpio.
«My Last Words», «Tornado of Souls», «Dystopia», «Symphony of Destruction», «Peace Sells» y «Holy Wars…» completaron el show.
KISS
Una crónica de un concierto de Kiss puede abordarse desde dos prismas antagónicos. El primero nos llevaría a pedir a Simmons y Stanley que tomen autoconciencia de su propia edad, y que dejen de mancillar el legado de Kiss con conciertos que simplemente rozan el aprobado. Sin embargo, el segundo nos llevaría a elogiar a unos tipos que siguen roqueando por todo lo alto pese a sus próximos 70 años, y lo hacen además congregando a 3 generaciones en sus directos, logrando que abuelos, padres e hijos disfruten de concierto donde prima el espectáculo.
Esa es otra, en un concierto de Kiss es más importante la parafernalia que la música, las luces, las explosiones, y los numéritos circenses varios irán sucediéndose sin descanso, y lograrán que muchos, obnubilados ante tanto destello, no presten atención a los gallos de Paul Stanley, o a que esté fuera de tono en muchos temas (lo de «I Was Made For Loving You» clama al cielo), o que sus riffs sean muy del montón.
¿Cuál es el problema ante un show de estas características? Que una vez has visto uno, la capacidad de asombro es nula, repiten exactamente el mismo guión que les lleva funcionando décadas, y la sensación de deja-vu es irremediable. Es como revisionar un viejo VHS, mola, pero tiene cierto aíre añejo.
En este aspecto, tuvimos momento tirolina, al que siguió un Paul Stanley cantando desde el centro del Wizink Center, tuvimos a Gene Simmons volando por aires después de escupir sangre, petardos y pirotecnia abundante, batería en una plataforma que gana altura, y como no, las dos torres laterales desde las que acabar el show…
Quizá sea la voz de Paul Stanley el elemento más penalizado por el paso de los años, sus fallos se notan más, incluso resulta estridente los momentos en los que habla (o más bien chilla), por su parte, Simmons, con una voz grave y más cadavérica pasa más desapercibido vocalmente. Sin embargo, en cuanto al show, ambos sacan una nota altísima, no descuidan ninguno de los elementos visuales que tanto aplaude el público, (lengua, sangre, alas, poses varias y un sinfín de guiños a las primeras filas), y en gran medida, un concierto de Kiss se trata de eso, de disfrutar, de conectar con tu yo del pasado (si ya peinas canas), o de amansar unos buenos recuerdos de los que disfrutar en el futuro (la cara de flipe de los niños no deja lugar a dudas).
Si ellos se encargan del show, la columna vertebral de la música corre a cargo de la guitarra de Tommy Thayer (por cierto, sin calzado de plataforma), y del pequeño en cuanto a estatura, pero grande en cuanto a talento, Eric Singer, con su base rítmica impecable, y su no menos reseñable apoyo a los coros donde demuestra su buena voz, algo que se demuestra cuando toma la iniciativa vocal en «Black Diamond»
¿Hubo fallos? Sí, ¿Tienen la fuerza y frescura de hace años? No. ¿Siguen dando un espectáculo que merezca la pena? Si no los has visto anteriormente, sí. Droga dura y satisfactoria para nostálgicos que acabó con el esperado tsunami de confeti a ritmo del «Rock and Roll All Nite».
- Deuce
- Shout It Out Loud
- War Machine
- Firehouse
- Shock Me
- Say Yeah
- I Love It Loud
- Flaming Youth
- Calling Dr. Love
- Lick It Up
- God of Thunder
- I Was Made for Lovin’ You
- Love Gun
- Black Diamond
- Detroit Rock City
- Rock and Roll All Nite
Texto y fotos: Juan José Díez