KISS
MADRID – 22 JUNIO
PALACIO DE LOS DEPORTES
La gira 40 aniversario de Kiss discurrió por los derroteros que cabía esperarse, mucho ruido, pocas nueces y una acumulación de tópicos manidos que ya no sorprenden a nadie. Hoy en día, ver un nuevo concierto de Kiss es como volver a ver Starwars, es algo que mola porque forma parte de tu infancia y adolescencia, te sorprendió masivamente la primera vez que lo viste, pero cuando se vuelve a ver descubres que los efectos especiales no envejecen muy bien, hay demasiado artificio, cartón-piedra y en el caso concreto del concierto, la música queda relegada a una posición absolutamente testimonial.
Aún así, dudo mucho que nadie de la masiva concurrencia que reventó el Palacio de los Deportes de Madrid se fuera a casa decepcionado, eso es precisamente lo que se espera de un concierto de Kiss. El 40 aniversario es una excusa más para girar, de hecho, si se compara con los últimos conciertos de la banda por España, no se aprecia ni una diferencia. Son los mismos temas, las mismas explosiones, los mismos números, una maquinaria cortada al milímetro que le funciona y que por tanto no consideran apropiada cambiar.
Ante este panorama, si ya has visto alguna vez un concierto de Kiss, te asalta una irremediable sensación de «deja-vu», ya que no hay novedades. Aunque eso sí, volviendo a la analogía con Starwars, hay momentazos «Luke, yo soy tu padre» que sigen molando, como el vuelo de Paul Stanley en «Love Gun» (posiblemente el mejor tema de todo el show), o el final apoteósico con un tsunami de confetí en el «Rock and roll all nite».
Antes de eso, la banda repasó buena parte de su extensa discografía, comenzando con un potente y aceptable «Detroit Rock City», siguiendo por «Deuce», «Psycho Circus», «Creaturs of the Night» y «I love it Loud». Con «War Machine» llegó momento de tirar de repertorio visual con un Genne Simmons escupiendo fuego, para de ahí enlazar con «Do You Love Me» y «hell or halleujah». A estas alturas tampoco sorprende el papel super secundario de Tommy Thayer, que no es que ya no intente ni lucirse, es que se pasa más tiempo lanzando púas que tocando.
¿Es necesario que Simmons siga con el numerito de la lengua? Supongo que es lo que el público espera de él, y por lo que ha pagado una media de 70 pavos por entrada, pero a veces uno siente un poco de vergüenza ajena… Más fuego, explosiones, pantallas gigantes, para transitar por «Calling Dr. Love», «Lick it Up», y el ya conocido numerito del solo de bajo en el que Simmons escupe sangre y acaba alzándose cual demoniaca bestia alada… que no negaré que tiene su punto, aunque ya lo hayas visto mil veces. Desde las alturas llegó «God of Thunder», para luego bajar pistones con «Cold Gin» y volver a subir de intensidad con el mejor tema de la noche, que sonó potente, limpio y atronador, y es que si a una composición elegante como «Love Gun», le añedes el aderezo de Stanley volando sobre la multitud…. pues gusta, es como cuando Luke y Leia descubren que son hermanos, ya lo sabes, pero emociona.
Con «Black Diamond» llegó el primer amago de despedida, pero quedaban los pesos pesados de la noche, y es que en esto hay que rendirse ante la evidencia, Kiss saben como concluir un concierto, nada mejor que una concatenación de temazos de intensidad creciente con «Shout It Out Loud», «I Was Made for Lovin You» -donde se descubren las vergüenzas de la cada vez más pobre voz de Stanley-, y el orgasmo final protagonizado por «Rock and Roll All Nite» con una orgía de confeti que ya quisiera para sí la mismísima Ana Mato.
¿Bien? Podemos decir que sí, ¿Podría mejorar? Sin duda.
Juan José Díez
Fotos: Joan Antoni Estopañán