UDR MUSIC
6 / 10
Apenas unos meses después de su último disco en estudio Sacrifice, se marcan Saxon un recopilatorio más raro que un perro verde. Atentos al fin de su carrera, que se adivina próximo por aquello de la edad, los británicos han optado por darle una vuelta de tuerca al concepto de “grandes éxitos”, y los tíos se han sacado de la manga un conglomerado de regrabaciones de temas clásicos, remezclas de otros, versiones orquestadas de canciones más o menos míticas (entre ellas, la monumental “Crusader”, tema que les ha hecho un lugar en la memoria colectiva del heavy, no podemos negarlo), y recreaciones acústicas de algunas baladas y medios tiempos de su extenso catálogo.
El resultado es irregular. Eso de las orquestaciones en el metal nos ha sonado siempre a chino y que nos perdonen los aficionados al género. A pesar de ello, hay que admitir que canciones como la un tanto siniestra balada “The eagle has landed” (extraída del que puede que sea el mejor disco de su carrera: “The power and the glory”) resulta adaptable al expediente este de meterle orquestas a lo que en su día se compuso para unas guitarras, bajo, voz y batería. Pero sin duda la canción que se lleva la palma en el apartado este de las orquestaciones es “Broken heroes”, una oscura joya de metal melódico que corresponde a esa época a finales de los 80 en que Saxon se apuntaron a la moda de adaptar su sonido a lo que entonces se estaba haciendo en Estados Unidos. Es, sin duda, la mejor canción del disco, y en su versión original (encontrable en el elepé “Innocence is not excuse”) hay que decir que es un temazo que invitamos a escuchar al paisanaje.
En cuanto a las versiones acústicas, llama la atención la relectura en clave desenchufada de “Iron wheels”, con público de fondo, y uno de los pocos cortes de Saxon que se adapta a este formato sin perder su esencia, algo que también se puede decir de la exclente “Frozen rainbow”. En cuanto a las regrabaciones con sonido actual y producción un tanto sobrecargada, están ahí canciones míticas del heavy británico y de sus raíces como adalides de la NWOBHM (New Wave of British Heavy Metal) como “Forever Free” o la emblemática “Just let me rock” ─ideal para levantar los puños, o los móviles, en un concierto─. Son himnos metálicos que nos recuerdan por qué una leyenda como Saxon no debe caer en ese feo y bochornoso vicio de mirarse el ombligo y olvidarse de que lo suyo son los amplificadores y las baterías atronadoras. De todos modos, si entre este plástico y el anterior Sacrifice se halla el pretexto para seguir trayéndolos a nuestro país, pues miel sobre hojuelas. Nadie debería nunca olvidarse de una banda como esta.
Emilio Morote Esquivel